sábado, 8 de enero de 2011

LOS "CULTURATENIENTES"

Hace unas semanas, mi amiga Mari Carmen Ansó me trajo un recorte del Heraldo de Aragón, con un artículo muy interesante titulado “La dictadura de los letratenientes”, escrito por Sergio del Molino. No he podido encontrar el citado artículo en edición digital para poder enlazarlo y que pudieran leerlo íntegramente (merece la pena), pero no puedo resistir la tentación de transcribir algunas de sus partes (con (sin) el permiso del autor) y comentarlo.

El autor comienza por hacer una exposición de las connotaciones nefastas que tiene el sufijo “-teniente”. Así, habla de los grandes terratenientes de nuestro solar patrio como principales causantes de muchos males y de la desigualdad secular en la Península. En Canarias, la cosa iba todavía más lejos con los “aguatenientes”, ya que la inexistencia de ríos en las islas convertía a los dueños de los terrenos con manantiales y depósitos de aguas freáticas en tipos poderosísimos. También los jeques de países petroleros, que se comportan como los terratenientes antiguos y, como éstos, que no tenían empacho en dejar sin cultivar sus campos para matar de hambre a los braceros díscolos, aquéllos suben el precio del barril de Brent cuando quieren meter en cintura al resto de los gobiernos del mundo.

Una vez dejadas claras las “delicias” que envuelven al concepto “-teniente”, pasa a definir otro tipo de éstos. Se trata de los “tenientes culturales” y los define como aquéllos que, por diversas razonas que van desde el mérito académico a la genética, consideran que unos determinados conocimientos o expresiones culturales son de su propiedad, y no toleran que nadie haga o diga nada en “su” campo sin su aprobación previa. Los hay en el mundo del arte, de la ciencia… y hasta del flamenco y de la jota. Habla de ellos como personajes “refractarios a cualquier tipo de innovación, que se arrogan el papel de guardianes del orden y convierten en una ofensa personal cualquier incursión de la modernidad o de cualquier discurso que no sea el oficial”. Cuando lo razonable sería que pusieran reparos y criticaran las propuestas en sí mismas (sería lo lógico, pues lo nuevo no tiene por qué ser bueno a priori), ni siquiera se molestan en hacerlo: lo rechazan por el mero hecho de ser nuevas. Funcionan como una casta sacerdotal que interpreta la ortodoxia y condena la heterodoxia, actuando como perros guardianes de de una tradición que sería mucho más respetada y admirada si sus defensores no estuvieran armados.

Para que la sociedad avance a través de la sucesión generacional, es necesario que el discípulo llegue a superar al maestro, debiendo asumir éste en un momento dado su papel de retaguardia, para que la vanguardia aflore. Mientras no sea así, la vanguardia se queda en simple resistencia, perdiendo un tiempo precioso en refutar la doctrina oficial y defenderse de sus ataques.

Se preguntará el lector qué tiene que ver todo esto con el tema zagrí, que es el motivo principal de este blog, pero viviendo -como estamos- las corrientes innovadoras de la interpretación de una parte importante de nuestro patrimonio arquitectónico, no puedo evitar ciertos pensamientos y temores que acuden a mi mente al hilo de lo aquí expuesto.

Mis amigos Javier Peña y José Miguel Pinilla saben de lo que hablo porque ya lo han sufrido en sus propias carnes, como también lo sabían el ya desaparecido Agustín Sanmiguel y otros tantos.

Gracias, Mari Carmen.

2 comentarios:

jose miguel pinilla dijo...

Muy bien traído tu comentario sobre el artículo del Heraldo que tampoco había leído. En lo zagrí tenemos unos cuantos culturatenientes (no los nombramos porque sabemos quienes son) que se han quedado anclados en lo que decían hace más de 30 años. Lo malo son los culturasargentos que tienen por debajo y que les siguen bailando el agua. Y también que están por todos los ámbitos, sin dejar que entre aire nuevo. Pero podremos con ellos.

JAIME CARBONEL dijo...

Muy quemado debes de estar para expresarte de esa manera, conociendo tu prudencia y capacidad de conciliación. Creo que "alguien" se ha jubilado ya y quizá vengan tiempos de renovación. ¿Por qué no mantener una esperanza?.