sábado, 16 de abril de 2011

LA MURALLA ANDALUSÍ DE TAUSTE

Como era habitual en las poblaciones medievales, el núcleo originario de Tauste se hallaba rodeado por una muralla construida con los materiales que más abundaban en el entorno, que en este caso era la piedra de yeso (alabastro), para cuya colocación se utilizaba pasta de yeso obtenido de la cocción y trituración de las mismas piedras.

Se trata del mismo sistema constructivo utilizado en la alcazaba de Calatayud y en numerosas fortificaciones andalusíes del valle del Ebro, datables todas ellas en torno al siglo IX, época en la que esta amplia zona constituía la Marca Superior de Alandalús o Zagr-Alandalús (podemos denominarla “época zagrí”). Gran parte de esta muralla se encuentra desaparecida, pero se conoce su trazado a partir de los pocos restos que quedan de ella y de la configuración urbanística del casco primitivo de Tauste. Los restos actuales de la misma se ubican, además de en un macizo existente delante del chaflán del edificio sito en Cuesta de la Cámara, nº 25 (entre éste y una pequeña escalinata que salva el desnivel que hay entre la Cuesta de la Cámara y C/ La Rosa), en buena parte del fondo de las fincas urbanas situadas en la parte derecha de la C/ Rey de Artieda y los cortados que dan a la Avda. Constitución y C/ 21 de Abril, sobre los que todavía se asientan algunas viviendas.

De todos estos restos, el más significativo es el de la C/ Rey de Artieda, en su esquina con la Plaza de la Picarra, dado que presenta un cubo cilíndrico que debió servir como lugar de defensa y puerta de la muralla en ese punto. Generalmente, a cada puerta se le asignaba un nombre, en función del lugar hacia donde estaba orientada: Según este criterio, ésta pudo ser la “Puerta del Arba” (Bab 'Arbaº), así como otras pudieron ser la “Puerta de Tudela” (Bab Tutila, taponando la subida de la Cuesta de la Cámara, junto al macizo antes mencionado), “Puerta de Zaragoza” (Bab Saraqusta, seguramente la más importante, cruzando la esquina Berroy), “Puerta de Ejea” (Bab Siyya, en la escalinata de detrás del Hogar de la Tercera Edad), etc. Pueden verlo pinchando aquí, página 25.

La sorpresa más reciente, relacionada con esta materia, ha sido el hallazgo de unos restos de esta muralla con motivo de las obras de urbanización de la Plaza de Santa María, zona de la Picarra y C/ Rey de Artieda, curiosamente fuera del trazado que se le suponía. Para mayor comprensión, acompaño croquis con el trazado previsto de la muralla en esta zona y el hallazgo, éste último señalado dentro de un círculo rojo.






Tenemos noticias de que el asunto ha sido estudiado por un arqueólogo, requisito previo para poder atravesar esos restos con una tubería de alcantarillado que estaba prevista en el proyecto de urbanización. No dispongo de información suficiente acerca de las conclusiones a las que han podido llegar y advierto que la arqueología es una disciplina que escapa a mis conocimientos; sin embargo, aun a riesgo de equivocarme y hecha esta advertencia, expondré aquí mis observaciones al respecto.

A la vista del hallazgo, la primera impresión que se recibía era que se trataba de los restos de una muralla de mampostería de yeso que cruzaba la calle que baja de la iglesia hacia la Picarra. La zanja en la que se descubrió se había abierto en el sentido longitudinal de la calle, junto al bordillo de la acera que separa la calzada del jardincillo situado en el lado izquierdo. Anunciaron que se trataba de un muro de unos 3,60 metros de espesor, y, efectivamente, ésa venía a ser, aparentemente, la anchura del macizo en cuestión. Digo “aparentemente” porque allí no parecía verse toda esa anchura cruzando la zanja. Más bien parecía un muro de poco más de un metro de espesor que venía de las edificaciones de enfrente, para, una vez llegado a la acera, hacer un recodo para bajar por debajo de la misma o adentrarse en el jardincillo. De hecho, en el lateral de la zanja del lado de la acera se veían los mampuestos de la muralla (ahí sí, hasta los 3,60 metros que dijeron), pero en el lateral opuesto –es decir, en el de la calzada- no era así, sino que aparecía el buro natural del terreno.



Vista del hallazgo mirando hacia la Picarra



Vista mirando hacia la iglesia, donde se aprecia que en el lado de la calzada el cortado es buro y el de la acera es mampostería de la muralla


Da la impresión de que el asunto ya no ha sido objeto de más estudios, pues, una vez tomados los datos por el personal autorizado en la materia, las obras han continuado, se ha roto el muro para atravesar con el colector de alcantarillado y se ha cubierto todo ello con hormigón. Sin embargo, pienso que se trata de una ocasión de oro para conocer el verdadero trazado de la muralla en este punto y que, posiblemente, nos puede proporcionar informaciones muy interesantes para el conocimiento de nuestra historia. El hecho de que el hallazgo se encuentre fuera del trazado previsto quizá signifique un recodo desconocido de la muralla que ratificaría la existencia de esa Puerta del Arba (o como se llamara), pues eran muy comunes las entradas en recodo como estrategia defensiva. A todo ello aporta un gran interés la existencia de esos restos de torreón semicircular o cubo cilíndrico que arriba se mencionan a tan sólo 20 metros de distancia en línea recta. El análisis adecuado de todo ello nos podría dar, no solamente la situación exacta de la puerta, sino también la configuración arquitectónica de la misma. Quién sabe las sorpresas que todo ello nos puede deparar y que pueden servir para recuperar patrimonio e ir sumándolo a éste nuestro tan vapuleado a lo largo de las últimas décadas.





Detalle del hallazgo. Los paneles amarillos ocultan huesos humanos, correspondientes a enterramientos de época muy posterior a la de la muralla


Aún estamos a tiempo. Probablemente la muralla continúe bajo la parte de jardincillo que no se ha excavado. Si es así, ahí estará a salvo de más agresiones. Podemos excavarlo con un coste mínimo, sobre todo si el Ayuntamiento dejara ese trocico sin pavimentar (sólo son 25 o 30 m2), que no molestaría para nada, de momento. Quizá ahí encontremos algún trozo de muralla digno de ser rescatado y, aun en el peor de los casos, en que no nos aportara gran información para las incógnitas que aquí planteo, debidamente restaurado y señalizado con un cartel explicativo de lo que representa, podría quedar muy bien, como un digno testigo de lo que fue nuestro pueblo.

Pensemos que se trata de la obra más antigua levantada por la mano del hombre (al menos, conocida) que aquí se conserva y que en todos sitios no pueden presumir de tener unos vestigios de nada menos que doce siglos de antigüedad.