miércoles, 7 de agosto de 2013

LOS ANÓNIMOS ATACAN DE NUEVO

Siempre he cuestionado la validez de los comentarios que se cuelgan desde el anonimato, por la falta de espíritu que demuestran al ampararse en esa circunstancia para mostrar posturas de desacuerdo en lugar de hacerlo a cara descubierta.
A la vista del comentario anónimo que aparece en el noveno lugar de todos los que han colgado en mi artículo anterior titulado “Y todo esto de los desenterramientos, ¿pa qué pues?”, me apetece responder cumplidamente a este amable –aunque anónimo- seguidor y a todos los que piensan como él.
Empezaré mostrando mi desacuerdo con su calificación acerca de mi trabajo, diciendo que “sólo es una hipótesis”. Amigo lector, una “hipótesis” es una suposición sin pruebas que se toma como base de un razonamiento, mientras que una “teoría” es un sistema lógico-deductivo que permite extraer consecuencias. Creo, por tanto, que en este caso es más correcto este último término. No te voy a pedir que leas detenidamente todo el trabajo pero sí te sugeriría que le echaras un vistazo a un artículo que me publicaron en 2010 en la revista “Aragón Turístico y Monumental”, páginas 13 a 18, que supone una ocasión más en la que nuestro pueblo aparece en un medio de reconocido prestigio. Verás que, realmente, es algo más que una hipótesis.
A lo largo de todo el razonamiento que allí desarrollo, se desmonta el “dogma” (lo calificaré así por las irracionalidades que contiene) impuesto por la historiografía tradicional (también la califico así intencionadamente, porque después de muchos detalles, ya me canso de llamarla “historiografía oficial”). Vamos, por decirlo en términos arquitectónicos, se queda en ruina inminente y, lo que es peor, con los cimientos hechos un cisco.
Nosotros (Javier Peña, José Miguel Pinilla y yo) no cuestionamos nunca ninguna datación dada por los historiadores que venga debidamente fundamentada en documentos existentes y vaya por delante nuestro gran reconocimiento y profundo respeto hacia esa profesión. Sin embargo, existe un buen número de edificios (torres, principalmente) catalogados dentro del mudéjar sin base documental alguna, sin más explicación que la comparación estilística del monumento en cuestión con otros establecidos como modelos, pero de los que, curiosamente, tampoco existe documentación que acredite fehacientemente su fecha de construcción. Señores, eso ya no es serio. De esta forma, poniendo como premisa que todo es del siglo XIII en adelante, se elimina la posibilidad de asociar estilísticamente cualquier edificio religioso con la época taifal, de la que, según ellos, sólo queda la Aljafería, que no es arquitectura religiosa sino civil.
A estas alturas, nadie de ese mundillo puede alegar que no ha llegado a su conocimiento nuestras teorías, ni siquiera Borrás Gualís, pero el silencio que mantienen es sepulcral. Como decía, nosotros no cuestionamos el trabajo documental de los historiadores porque no nos consideramos quiénes para ello, de igual forma que ellos no deberían cuestionar nuestra capacidad para interpretar los edificios desde el punto de vista técnico y las relaciones de precedencia entre sus partes, cosa que, al parecer, sí hacen o pretenden condenar al olvido lecturas tan objetivas como las que nos transmite el lenguaje de los propios edificios a técnicos que llevamos muchos años restaurándolos y viéndoles las tripas, capacitados por nuestra propia especialización.
No pretendemos que se pase automáticamente de la situación anterior a la que nosotros planteamos, así por las buenas. Estamos abiertos al debate y nos parece muy mezquino que se dé la espalda a argumentos de peso. A diferencia de ellos, estaremos encantados en seguir aprendiendo de nuestros errores y de poder sumar conocimientos entre todos, pero parece que no les interesa. Se intuye que su pretensión consiste en esperar a que esta polvareda desaparezca para que todo siga como ellos lo han dictado desde siempre, sin que nadie les cuestione una coma. Afortunadamente, cada vez hay más personas procedentes de ese mundo académico que nos muestran su conformidad con muchas de nuestras demostraciones, pero nadie se ha dignado hasta ahora a componer un corpus de argumentos que rebata con la lógica necesaria los nuestros. No es de recibo que la Universidad de Zaragoza, que se supone la máxima institución investigadora de nuestra comunidad, niegue el debate ante realidades tan evidentes como las que nosotros mostramos.
Da igual, amigo seguidor de este blog, que aparezca un argumento irrebatible como el que tú dices pretender, que demuestre que la torre de Tauste es un alminar del siglo XI. ¿Qué quieres, que aparezca la firma del alarife en algún ladrillo de la torre? Como los alarifes mudéjares firmaban en latín (verbigracia, “Mahoma Ramí me fecit”), ¿te parecería suficiente prueba si esa firma estuviera en árabe? Probablemente, ahora contestarás que sí porque piensas (y todos lo pensamos) que, a estas alturas, es improbable que aparezca esa firma en nuestra torre, pero, si algún día se produjera tal hallazgo, probablemente adoptarías la misma actitud que tomaron cuando apareció la firma en árabe en el muro de la Parroquieta de la Seo: salió en primera plana en los periódicos pero, a pesar de todas las evidencias constructivas que ya se anunciaban desde antes, la Parroquieta sigue siendo oficialmente mudéjar del siglo XIV, sin discusión. También para Zaragoza se calculaban unos 18.000 a 22.000 habitantes en el siglo XI, pensando que la ciudad se limitaba al casco encerrado por la muralla romana. En las últimas décadas, después de haber descubierto importantes arrabales, sigue sin revisarse la demografía en aquella época de la ciudad más importante de todo el valle del Ebro. ¿Quieren ocultar la enorme importancia que tuvo? ¿Será porque Javier Peña se adelantó a tal predicción, impidiendo así que fuera otro quien se colgara la medalla?
Muchas veces me he imaginado a alguien de Historia del Arte tratando de recomponer la versión tradicional sobre el origen de la torre de Tauste, después haberla destrozado con mis teorías, o tratando de demostrar que no, que yo no había destrozado nada. De verdad que, por mi parte, sería muy bien recibido. Sólo me mueve en este asunto el afán por el conocimiento, pues no vivo de esto y, eso, me da mucha libertad.
 En un artículo de este mismo blog, publicado antes del hallazgo de la importante necrópolis que hemos descubierto, en el que trataba de explicar cómo pudo ser el Tauste del siglo XI y dónde pudo estar el cementerio, un gracioso –también anónimo- me decía “con tu gran poder de prediccion te invito a que tambien localices donde tenian los moros la parada del autobus” (lo pongo sin acentos, tal y como él lo escribió). Antes no daban por válidos mis argumentos porque no se podía construir un alminar tan magnífico en un lugar donde no había apenas población; ahora encontramos a esa población y tampoco les vale. Con esto se demuestra que, con todo lo importante que ha sido el descubrimiento de la necrópolis, no era realmente necesario para afirmar que la torre fue un alminar. Pero, si persisten en que la torre se construyó como un campanario del siglo XIII tendrán que hacer juegos malabares para explicar cómo de un modelo de alminar almohade de dos torres concéntricas por entre las que circula la escalera desarrollan aquí otro de escalera intramural de siglos atrás, o cómo construyen unos ventanales que luego tienen que romper para poner las campanas, o cómo se les desvía la torre nada menos que 60 cm respecto del eje de la iglesia, o (la más gorda) cómo rejuntaron las hiladas de ladrillo de la cara de la torre que se encuentra casi pegada al muro de la iglesia y por qué nuestra arquitectura mudéjar se parece tanto a la persa de los siglos X y XI. ¿También esto son “hipótesis”?
Cuánto me gustaría que nos explicaras (aunque te mantuvieras en el anonimato, y te invito a que te busques toda la ayuda que quieras, que seguro que tendrás recursos y contactos para ello) en qué te basas para afirmar con tanta seguridad la escasa probabilidad de que fuera un alminar y mucho más que fuera un campanario del siglo XIII. Anda, porfa, trabájatelo, pero hago mía tu frase “espero argumentos sólidos”, porque no creo que yo tenga menos derecho a esperar argumentos sólidos de ti que tú de mi. En todo caso, la sociedad sí que tiene derecho a que se le den explicaciones serias y rigurosas acerca de su historia y del origen de su patrimonio.
En cuanto a lo de comerciar con la historia, claro que hacen muy mal los catalanes en apropiarse de la nuestra, pero no me compares, por favor. Mal ellos, pero peor los de aquí por la cerrazón que nos impide avanzar y poner en verdadero valor algo que tenemos. Y ya que hablamos de catalanes y aragoneses, peor todavía es que, aquí, en Aragón, se siga afirmando que nuestras torres octogonales aragonesas copian el modelo de las catalanas. Con aragoneses así, no necesitamos catalanes que nos menoscaben.
Para terminar, en todo esto hay algo que me recuerda a otro asunto muy reciente. Se trata de un artículo que escribí para el último boletín del Patiaz, titulado “Las Cuevas del Santuario”, donde mencionaba la circunstancia del hallazgo de la imagen de la Virgen en el término de Fustiñana y por qué el Santuario no pudieron hacerlo los taustanos en el mismo lugar. Pues bien, he oído algún comentario de posible ofensa hacia la devoción mariana que se profesa en Tauste. A ver, que esos datos no están sacados de ningún escrito hereje ni nada por el estilo, sino del padre Iturri del Roncal, del obispo Supervía y de mosén Francisco Gutiérrez. Siempre han estado escritos ahí para quien los quiera leer, pero, eso…, hay que leerlos.
¿Por qué esa relación entre dos cosas tan distintas? Porque tengo la sensación de que, tanto en una como en otra, el fondo de la cuestión no es un problema histórico, de conocimiento objetivo de nosotros mismos y de dónde venimos realmente, sino que, el pensamiento se pervierte y se hace de ello un problema ideológico que nada debería pintar en todo esto. Llegados a este punto, ante la intransigencia de unos y el caparazón que utilizan otros desde su anonimato (prisión intelectual, diría yo) se me ocurre una frase atribuida, nada más y nada menos, que a Jesús de Nazaret:  
                          LA VERDAD OS HARÁ LIBRES