viernes, 26 de febrero de 2010

TRANSFORMACION DE LA MEZQUITA EN IGLESIA

En el artículo anterior planteábamos una visión de cómo pudo ser la mezquita de Tahust, con su alminar y su sahn. Decíamos que, cuando los cristianos procedentes del Pirineo y del Sur de Francia colonizaran estas tierras, consagrarían la mezquita para iglesia y, de esta forma, la estuvieron utilizando para este fin, hasta que tuvieron posibilidades económicas y decidieron construir un nuevo templo más acorde con las exigencias litúrgicas y las modas de la época.

No está claro el momento en que este hecho se produce. El profesor Borrás, en su libro “Arte mudéjar aragonés” establece, para el inicio de las obras, la fecha de 1284 o posterior, basándose en la analogía entre la iglesia de Santa María de Tauste y San Pablo de Zaragoza, por un documento de Jordán de Asso que hace alusión al inicio de esta última. Sin embargo, parece no tener en cuenta que el ábside de San Pablo es poligonal tanto al exterior como al interior, mientras que el de Tauste es también poligonal al exterior, pero semicircular al interior (aunque casi no lo podamos apreciar, ya que se encuentra en buena parte oculto tras el retablo mayor). Esta diferencia, que al parecer algunos historiadores la han pasado por alto como si tal cosa, es muy significativa, pues los ábsides semicirculares suelen ser románicos. Es decir, que resulta muy lógico pensar que, mientras San Pablo se construye en época plenamente gótica, parece ser que Santa María pudo empezarse unas cuantas décadas antes, bajo la influencia de los últimos coletazos del arte románico. Esto, además de explicar de forma razonable el porqué del ábside semicircular, casaría perfectamente con otra noticia que parece haber llevado de cabeza a más de alguno.

Antes de la quema de documentos del archivo municipal de 1934, el profesor y arquitecto D. Francisco Íñiguez estuvo en Tauste y tuvo en sus manos un pergamino de dimensiones 35x23 cm, por el cual, el Monasterio de San Juan de la Peña, y en su nombre, el abad Iñigo, cedía a la villa de Tauste las primicias y diezmos que de ella cobraba, por concesión de D. Alfonso el Batallador, para que atienda “a la terminación de las obras de la torre e iglesia, campanas y vestiduras, y en consideración al mucho aprecio que a la villa dispensó D. Alonso, de grata memoria”. Dicho documento estaba fechado en 1243 y lo mencionaba Íñiguez en un brillante trabajo sobre torres mudéjares aragonesas, fechado en 1937.

Digo que esta noticia parece haber llevado de cabeza a más de alguno porque no es compatible con la fecha dada por Borrás, el cual se basa en analogías formales y artísticas, parece ser, en este caso, entre ambas iglesias mencionadas. Sin embargo, no resulta fácil aceptar que una figura de la trascendencia del profesor Borrás omita una explicación razonable para una diferencia tan manifiesta como la que hay entre estos dos ábsides, pareciendo más bien empeñado en sostener a toda costa que en Aragón no existe nada mudéjar anterior a las postimetrías del siglo XIII, así como que tampoco tenemos ninguna edificación de época islámica que no sean el Palacio de la Aljafería y cuatro castillos en ruinas dispersados por ahí.

Dado el alto reconocimiento del profesor Borrás, resulta comprensible que nadie haya cuestionado sus interpretaciones. Se ha llegado incluso a dudar de la capacidad del profesor Íñiguez para interpretar este tipo de documentos, duda no exenta de razón, pues posiblemente no era su especialidad. Dicen los expertos que en aquella época no era habitual precisar hasta el punto de decir que atendieran “a la terminación de las obras de…” sino que era más probable que la expresión fuera “atender a las obras de…”. Lo lamentable es que dicho documento fue destruido y no puede comprobarse, por lo que al pobre Íñiguez (que al parecer, era hombre docto y prudente donde los hubiera) hasta se le acusa de haber forzado la interpretación de los documentos para adecuarla a su antojo. El caso es que, con lo de Tauste, dadas las circunstancias, ya duda uno de si no será la otra parte la que verdaderamente fuerza la interpretación para adecuarla a su antojo, cargando el mochuelo al que ya no puede defenderse (¿seré malpensado yo?).

Otra cosa bien distinta es que el tal documento se refiriera a la Iglesia de San Miguel (San Antón), posibilidad interesantísima que lanzó la doctora en Historia Ana Isabel Lapeña en su charla del 12 de febrero, dentro de las XI Jornadas sobre la Historia de Tauste.

Sea como fuere, la explicación que voy a dar aquí acerca de cómo Tauste pasa de tener la antigua mezquita a construir una nueva iglesia, la baso en coherencia con las fechas de Íñiguez y no con las de Borrás. No obstante, el proceso constructivo, no dejaría de ser el mismo. Lo que viene a continuación está basado en los datos que aporta Agustín Sanmiguel en su libro “Torres de ascendencia islámica en las comarcas de Calatayud y Daroca”, perfectamente extrapolable a nuestra villa.

Las obras comenzarían por adosar el ábside poligonal de cinco lados que hoy conocemos al muro de la qibla, ya con la altura definitiva que tenían pensada para el nuevo templo, es decir, más alto que la mezquita. Esto sería en las primeras décadas del siglo XIII. Está claro que pensaron ya en no superar la altura de los primeros paños decorativos que tiene la torre, con el fin de no ocultarlos. Esto también ha inducido a algún error de interpretación, pues se ha pensado por ello que la torre y la iglesia se concibieron a la vez. Sin embargo, si esto hubiera sido así, no se hubieran molestado en rejuntar tan finamente todo el paramento de la torre que luego habría de quedar oculto por la pared de los pies de la iglesia.





Construido el ábside, rompen el muro de la quibla e incorporan ese nuevo espacio a la cabecera de la “iglesia” (que todavía era la antigua mezquita). El sahn ya desaparecería, pues ya no tenía ninguna utilidad funcional, quedando solamente del mismo, como vestigio oculto, el algibe enterrado que proporcionaba el agua para la fuente de abluciones.

Las obras continúan con la construcción de los dos tramos siguientes, cubiertos cada uno de ellos por bóvedas de crucería, sujetando los empujes de las mismas mediante contrafuertes que, en la mitad aproximada inferior, quedan al interior de la iglesia, formando capillas laterales poco profundas entre los mismos, y en el resto de la altura, quedan vistos al exterior, ya que, a partir de ese nivel, esas capillicas se cubren con unos tejadillos y los muros se desplazan hacia adentro, continuando la verticalidad de las caras interiores de los contrafuertes.

Aquí quiero destacar el ingenio de aquellos alarifes y su alta cualificación. Se trataba de mudéjares, es decir, musulmanes que siguieron viviendo en sus tierras sometidos al dominio cristiano. Seguramente vendrían de algún pueblo vecino, pues no hay noticias de población mudéjar ni morisca en Tauste después de la conquista cristiana, en la que, como ya hemos dicho en alguna ocasión, los que no murieran serían expulsados o esclavizados. Los alarifes mudéjares eran muy valorados por los cristianos por su alta cualificación profesional, muy superior a la de los cristianos. En Tauste, sólo tenemos que comparar la calidad constructiva de la iglesia de Santa María con la de San Antón. Apunto lo del ingenio pues la forma de levantar estos muros desplazados a mitad de altura supone un desequilibrio “inteligente” (como si se quisieran caer hacia adentro) que luego va a servir para contrarrestar los empujes que transmitirán las bóvedas hacia afuera.

No se observa ninguna cesura constructiva hasta que llegamos al tercer y último tramo, donde el sistema cambia. Es aquí donde resulta lógico establecer el momento de una interrupción de las obras por motivos de disponibilidad económica, tan habituales, sobre todo, en aquella época. De esta manera, podemos suponer con bastante fundamento que años antes de 1243 el estado en que había quedado la iglesia es el del dibujo que se acompaña. Por un lado, el antiguo alminar (que iba a servir como campanario, rompiendo los ventanales), y por otro, la iglesia formada por el ábside y los dos primeros tramos. Está claro que tenían pensado terminarla con el tercer tramo que ya alcanzaría a la torre, así como dotar a la misma de campanas. Esto explica la frase del abad Íñigo mencionada al principio “…terminación de las obras de la torre e iglesia, campanas y vestiduras…”, abad que lo fue –dicho sea de paso- entre los años 1229 y 1248.


Quiere esto decir que el Monasterio de San Juan de La Peña, que era de donde dependía el Priorato de Tauste, a la vista de las grandes dificultades para terminar las obras (en la torre también faltarían ciertos acondicionamientos), “perdona” a la villa esos diezmos para que los destine a este fin. De esa forma es como Tauste puede terminar su iglesia mudéjar, construyendo el último tramo, que ya no tendrá capillas laterales como los dos anteriores, sino que los cerramientos son verticales hasta arriba, sin desplazamiento alguno, ensanchando de esta forma la nave en este tramo final.

El dibujo que acompaño a continuación representa la iglesia mudéjar terminada, con la torre que ya existía desde nada menos que dos siglos antes, vista desde Barrio Nuevo. Para llegar al estado en que la conocemos hoy tendríamos que avanzar hasta principios del siglo XVIII, que es cuando se construye la capilla de la Virgen de Sancho Abarca, llegando hasta “pisar” con la cabecera de la misma sobre la bóveda del algibe mencionado y cerrando la puerta que durante cuatro siglos había sido la habitual, señalada en el dibujo con una flecha, pasando así, a partir de entonces, a utilizar la de enfrente, que es la actual, y que entonces sería la que daba salida al cementerio (en la actual plaza de Santa María).




Ahora comprendemos por qué, siendo una iglesia medieval, no está orientada como tal, es decir, hacia el este, sino hacia el sureste (en dirección a La Meca). Su construcción vino condicionada ya desde el principio por la existencia de otro edificio anterior que había sido una mezquita. También la orientación de las caras de la torre delata tal circunstancia, así como la rotura de sus ventanales para alojar las campanas.
El día 19 de este mes, me pareció fascinante la intervención de Ana Isabel Lapeña en Aragón Radio, en la que habló de nuestra torre “hereje”, por contener en sus paños decorativos la Profesión de Fe del Islam (“no hay más Dios que Dios y Mahoma es su profeta”). También en la versión que acabo de contar sobre la construcción de la Iglesia de Santa María puede encontrarse un matiz perverso: ¿alguien se ha dado cuenta de que el lugar sagrado sigue siendo el mismo?. Es decir, en el mismo lugar donde antes, supuestamente, estuvo el mihrab musulmán, ahora está el altar cristiano. Me decía un amigo: “¿te das cuenta de que, cada vez que celebramos un funeral en Tauste, colocamos a nuestro difunto dentro del mihrab?”. ¿Y qué? –le contesté yo-. Ratifica la idea del ecumenismo entre todas las religiones.

domingo, 14 de febrero de 2010

¿CÓMO ERA LA MEZQUITA DE TAHUST?


Habituados, como estamos, a contemplar la torre de Santa María como algo inseparable de la Iglesia Parroquial, no podemos evitar la tentación de preguntarnos cómo pudo ser el otro conjunto anterior al que, con toda probabilidad, perteneció. La verdad es que no resulta fácil imaginársela junto a otro edificio distinto de la iglesia actual, formando otro conjunto arquitectónico también armonioso. Naturalmente, me estoy refiriendo a la mezquita.

Efectivamente, cuando los cristianos tomaron Tahust a principios del siglo XII (posiblemente en 1121, tres años después que Zaragoza y once después que Ejea), aquí encontrarían una hermosa mezquita con su alminar, todo ello construido en ladrillo. La mezquita se reaprovecharía como templo cristiano, bajo la advocación de la Virgen María, y el gran alminar como campanario. Transcurrido más de un siglo, en el que la mayor actividad constructora se llevó a cabo en la realización de la iglesia de San Miguel (San Antón), decidieron que la “iglesia” de Santa María se les quedaba oscura y baja de techos, por lo que decidieron derribarla y construir la iglesia que hoy conocemos, pero siempre manteniendo la imponente torre.

¿Cómo sería aquella mezquita?. La verdad es que, salvo algún hallazgo de capitel de alabastro ricamente labrado, no tenemos datos. Los restos arqueológicos que hubiera bajo el suelo de la iglesia nos hubieran podido servir para reconstruir virtualmente la mezquita de Tahust, pero fueron destruidos en la reforma de los años 60 del siglo pasado. Era yo muy pequeño y aún guardo en la retina la imagen impactante de los tractores labrando el suelo de la iglesia con sus aperos agrícolas.

Sólo nos queda hacernos una idea aproximada a partir del conocimiento que hoy tenemos de lo que es una mezquita.

Para empezar, estableceremos la diferencia espacial entre una iglesia y una mezquita. En las iglesias cristianas medievales, el ábside se orienta hacia el Este, es decir, hacia el sol naciente. Los fieles rezan mirando hacia un punto determinado, que es donde se encuentra el sacerdote, es decir, el altar donde se celebra el Santo Sacrificio. Ello origina la creación de unas naves alargadas, con unos techos altos que buscan la espiritualidad del espacio. Sin embargo, en la religión islámica, esto se concibe de otra manera. Los fieles no miran a un punto concreto, pues su relación con Dios no se produce a través de un oficiante, sino de forma directa. Dirigen su oración en dirección a La Meca (dirección Sureste). Por ello, el muro más importante del oratorio es el llamado muro de la qibla, que es el que determina esa dirección. En éste, se abre un nicho llamado “mihrab” que simboliza la Puerta del Paraíso. No hay imágenes a las que adorar. Pero, insisto, las miradas de los fieles no van dirigidas hacia ese nicho, sino que cada uno de ellos mira frontalmente hacia la qibla. Esto ocasiona la creación de templos con planta de salón, es decir, no longitudinales como las naves de las iglesias cristianas, sino más bien cuadrados o incluso predominando la dirección de la anchura respecto de la profundidad. Aquí lo que importa es la cabida de la mayor gente posible alineada en hileras paralelas a la qibla. La altura, al contrario que en los templos cristianos, no importa, pues la grandeza, la sensación de infinitud, se proyecta, no hacia arriba, sino hacia el horizonte, mucho más allá del muro de la qibla, donde se encuentra la Kaaba, la mezquita sagrada de La Meca.


Así pues, en Tahust podemos imaginar una construcción de menor altura que la actual iglesia, pero de mayor anchura. Debió tener unas dimensiones considerables, dado el gran tamaño del alminar, para dar cabida a toda la población en la oración de mediodía de los viernes que acudía a la llamada del muecín. Normalmente, en todas las mezquitas de cierta importancia existe, previamente a la entrada de la sala de oración, un patio descubierto o “sahn”, donde suele estar la fuente de abluciones, en la que los fieles realizan un ritual de lavado como acto de purificación antes de entrar a rezar. En Tauste, bajo la plaza del Dance y junto a la capilla de la Virgen de Sancho Abarca, se conserva un algibe subterráneo excavado en la roca, con el techo abovedado en forma ojival, que bien pudo ser el que servía para el abastecimiento de dicha fuente.

Respecto al alminar, era habitual que éste fuera exento, separado de la sala de oración, y, en todo caso, recogido por el cerramiento del sahn.

Partiendo, pues, de estas premisas, realicé estos dibujos esquemáticos que aquí expongo, con la advertencia de que sólo es la recreación de una de muchas posibilidades:

- El tamaño está planteado a partir de la planta que ahora ocupan los dos primeros tramos de la iglesia.

- La geometría de la cubierta pudo ser así o bien un tejado a dos aguas, tres naves paralelas, etc.

- El cerramiento del shan pudo llevar ese trazado o cualquier otro y estar compuesto de un único muro o ser un cerramiento porticado, a modo de claustro. De cualquier forma, salvo el misterioso origen de ese algibe, no tenemos ninguna pista de ello.

- El mihrab podía se una hornacina, si el muro de la qibla era de gran espesor, o sobresalir hacia el exterior, como aquí se representa. Solía estar profusamente decorado. La imagen que aquí se acompaña corresponde al de la mezquita de Córdoba. El del oratorio de la Aljafería (mucho más cercano a nosotros) es muy parecido.




He preferido dejar el dibujos así de esquemático para que cada uno imagine libremente. La decoración del alminar, ya la conocemos todos. En cuanto a la mezquita, imaginemos una cubierta de teja árabe y unos muros de ladrillo con arcos apuntados y alguna decoración como las de la torre. Las flechas indican la posible situación de las puertas de entrada.

En la actualidad, la vista más habitual y la gran mayoría de las fotografías que se divulgan de la iglesia con la torre se hacen desde la plaza de Santa María, pero pensemos que antes no sería así, pues la vista cotidiana sería desde la parte de la medina (actual Barrio Nuevo). Por ese motivo, he realizado la perspectiva desde ese ángulo.