sábado, 29 de octubre de 2011

LOS BANU QASI (1)


Nos habíamos quedado en que, con la llegada del ejército musulmán al Valle del Ebro en 714, el conde visigodo Casius, señor de estas tierras, pactó con el caudillo Tariq ibn Ziyad para mantener sus dominios a cambio de convertirse al Islam y hacerse vasallo del califa omeya, que residía en Damasco. La consecuencia de todo ello fue la conversión de casi toda la población y el cambio paulatino que supuso pasar de una sociedad hispanorromana dominada por la minoría visigoda, a otro modelo influenciado por las nuevas corrientes islámicas. Estamos hablando de la época que le tocó vivir a nuestro personaje de la tumba nº 2.


Decíamos también que este hecho fue el origen de un importantísimo linaje, los Banu Qasi (“hijos de Casio”, con nombre ya arabizado). Como cuenta Marisancho Menjón, esta familia mantuvo un estatus especial de amplia autonomía dentro de la Marca Superior, es decir, esa especie de “protectorado” que comentábamos en el artículo anterior, con un gran poder sobre esta zona del Valle del Ebro. Recuerdo, especialmente, una frase de Marisancho, el día que expuso su trabajo sobre el Castillo de Sora en Castejón de Valdejasa: decía “eran muy suyos”, en relación a los habitantes de este lugar y a su constante afán de independencia. No olvidemos que estamos hablando de un territorio fronterizo entre los mundos islámico y cristiano, algo que, indudablemente, debe imprimir carácter en sus gentes.


Se ve que los Banu Qasi sabían jugar muy bien a todas las bazas y utilizaron su habilidad y su coraje para engrandecer su poderío. Musa ibn Fortún, nieto de aquel conde visigodo, se casó en 784 con Onneca. ¿Qué tenía de particular esta mujer?. Pues que anteriormente había estado casada con el vascón Íñigo Jiménez, de quien tenía un hijo, Íñigo Íñiguez, que más tarde sería el primer rey de Pamplona, más conocido como Iñigo Arista. Es decir, que nuestro Musa Ibn Fortún fue nada menos que padrastro del famoso Íñigo Arista. El hijo nacido de Musa y Onneca se llamó Musa ibn Musa, hermano de madre, por tanto, del rey de Pamplona Iñigo Arista. El asunto no es nada baladí, pues ambas dinastías (la una cristiana y la otra musulmana) se sirvieron de apoyo durante mucho tiempo para mantener sus respectivas independencias: por una parte, Pamplona del poder franco y de sus intentos expansionistas y, por otra, los Banu Qasi respecto del poder de Córdoba. De todo esto podemos deducir que, durante mucho tiempo, en estas tierras no lucharon "moros y cristianos", sino ambos, unidos, contra lo que consideraban injerencias extrañas en lo que era suyo.

También, en el ámbito de las luchas internas entre árabes y bereberes, Musa ibn Fortún, se ganó la consideración del emir de Córdoba Hisham I, proporcionándole su apoyo contra el levantamiento de Said ibn al-Husayn, en la zona de Tortosa, al que combatió y mató. Después se apoderó de Saraqusta, pero la cosa no terminó demasiado bien para este nieto de Casio, pues acabó muerto por un liberto de Al-Husayn.


Su hijo, Musa ibn Musa, fue todo un personaje. Llegó a llamarse “el tercer rey de España”. De eso hablaremos en la próxima ocasión.

sábado, 15 de octubre de 2011

TERRITORIO INDEPENDIENTE

La historia de Tauste se perdía en la noche de los tiempos antes de la conquista cristiana. Era como si nuestro pueblo no hubiera existido. A pesar de las evidencias de que la torre de Santa María no pudo ser construida junto con la iglesia sino que ya existía de antiguo, como alminar de la mezquita, se negaba tal circunstancia con el argumento principal de que, si hubiera existido Tauste como núcleo importante de población, debería haber constado en más documentos escritos de la época y, sin embargo, no era así.


Con la demostración de que la torre tenía al menos dos siglos más de antigüedad que la supuesta hasta entonces, conseguimos echar un poco de luz y correr esas tinieblas hacia tiempos atrás, de momento, hacia el siglo XI, época de la Taifa de Saraqusta. La gran sorpresa vino cuando encontramos el cementerio musulmán, datable desde, al menos, principios del siglo VIII. Ahora nos queda la labor de ponerles historia y vida a estos personajes que vivieron aquí antes que nosotros, que, sin duda, la tuvieron.


Viajando desde nuestros días hacia el pasado, es relativamente fácil imaginar cómo pudo ser la vida de las gentes de nuestro pueblo, a través de toda la historia escrita y llegar hasta el momento de la conquista cristiana a principios del siglo XII. Lo es menos imaginarla en la época anterior, remontándonos desde 1121 hasta 1018, marcada por el esplendor del reino de Saraqusta (donde situamos la construcción de la torre), mucho menos en todo ese periodo convulso de pertenencia al reino de Alandalús (en que nos iríamos remontando hasta 714, datación de nuestro personaje más antiguo desenterrado) y ya, hoy por hoy, lo que se nos pierde en la noche de los tiempos es todo lo anterior a esta fecha. Pero, bueno, algo es algo: hemos corrido las tinieblas de la historia de Tauste nada menos que cuatrocientos años hacia atrás.


Mucha más luz se merece todo esto y sigue siendo un enigma el hecho de Tauste no aparezca en los tratados de los geógrafos andalusíes, siendo que ya existía como población estable.


Marisancho Menjón, en su libro sobre el Castillo de Sora, nos aporta un argumento que puede ser la clave para poder explicar este “vacío exasperante”. Comentábamos en otro artículo que, cuando llegaron los musulmanes al valle del Ebro, estas tierras pertenecían al conde Casius, y éste pactó con ellos para seguir conservando sus dominios, a cambio de convertirse al Islam y hacerse vasallo suyo. Hace referencia a un singular documento, la llamada “Noble carta de al-Gassani”, donde dice que Musa ibn Nusayr (compañero del caudillo árabe Tariq) dejó a los cristianos que vivían en lugares inaccesibles del Norte sus bienes y el uso de su religión a cambio del pago de tributos, y el resto del territorio de la Penísula lo repartió entre sus militares (comarcas conquistadas por la fuerza), a excepción de tres distritos: Santarén y Coimbra en el Occidente, y Ejea en el Oriente de España.


Puede esto significar –y así lo explica Marisancho- que, desde el principio de la dominación musulmana, este territorio quedara como un “protectorado”, con un estatus extraordinario de independencia, y no como una tierra conquistada de pleno derecho, por lo que las fuentes árabes nunca lo citarían dentro de las demarcaciones administrativas de Alandalús. Así pues, pasarían de describir nuestro pueblo y de contar cosas como que, ya en el siglo XI, “desde la ribera del Ebro se divisa hacia el Norte un monumental alminar que más se parece a los persas que a los cordobeses”. Si así hubiera sido, ya nadie hoy cuestionaría el verdadero valor de nuestra torre ni se plantearía todavía la duda de si es mudéjar o zagrí.


Iremos contando más cosas sobre ello.

sábado, 8 de octubre de 2011

JESÚS ALEGRE GIMENO


Ayer, por fin, pudimos ver la proyección del vídeo elaborado con motivo de la representación del Voto de San Miguel, que tuvo lugar el pasado día 7 de mayo.


No era nada público, pues la única pretensión era que lo pudieran ver todas aquellas personas que habían participado, de una manera u otra (“venerables et senyores muy magnificos de la villa de Tahust”). Vamos, casi lo que podríamos llamar "un acto entre amigos", pero, como éramos tantos los participantes, casi se llenó el salón de actos de la Casa de Cultura.


El acto comenzó con unas palabras de agradecimiento por parte de Jesús Alegre a todos los participantes y colaboradores, tomando la palabra, a continuación, la presidenta del Patiaz, Mª Teresa Ansó, recalcando que, de igual forma que este logro ha sido el producto de una iniciativa nacida desde el Patiaz con la implicación de todo un pueblo, no debemos cejar en conseguir cosas para Tauste, vengan de quien vengan, que hay mucho por hacer, mostrando al Patiaz abierto a colaborar con todo el mundo que quiera ofrecer o exponer sus ideas, porque nuestro principal objetivo es el engrandecimiento cultural de nuestro pueblo.


La grabación quedó impresionante. Me emocionó especialmente la forma en que dice Cristina (la narradora), casi al final del acto, “por los que vendrán”, después de haber oído la explicación de Mª Jesús Torreblanca (la doctora en Historia que hizo el trabajo sobre el Voto) sobre la exclusividad, a nivel nacional, de un hecho acaecido hace seis siglos, del cual exista un documento notarial que describa de forma tan detallada los hechos, así como el compromiso de todo un pueblo y que, hoy en día, casi seiscientos años después, se siga respetando. Se dice pronto, seis siglos, generación tras generación. “Hoy me parece un lujo poder estar aquí”, decía Mª Jesús el día de San Miguel.


El vídeo refleja el gran trabajo llevado a cabo por muchas personas, pero quiero destacar aquí, desde estas líneas, a una de ellas, sin la cual esta magnífica labor no se hubiera llevado a cabo. Se trata de Jesús Alegre Gimeno (“Malocha”, como gusta llamarse él mismo, porque es su mote familiar). Fue él quien detectó que el encomiable trabajo de Mª Jesús Torreblanca sobre el Voto de San Miguel en Tauste, instituido en 1421 ("feyto en la villa de Tahust, ocho dias del mes de mayo anno a Nativitate Domini millesimo quatorcentesimo vicésimo primo"), podía ser perfectamente, debidamente adaptado, el guión de una representación en la que se escenificara lo que verdaderamente sucedió aquel día, “por dentro de la yglesia de senyora Sancta Maria”.


Los que estuvimos cerca de él (y, a veces, no lo suficientemente cerca, todo hay que decirlo) sabemos lo que esta persona ha trabajado para llevar a cabo semejante evento. Hasta que no se ven las tripas de un proceso de este tipo, no puede uno imaginar las innumerables dificultades que es preciso salvar y las veces que se estuvo a punto de tirar la toalla. Cualquiera la hubiera tirado (“oye, que le den, que, al fin y al cabo, yo no gano nada con esto”, hubiera dicho cualquiera) y, tengo que decir que no fueron pocas las veces que vimos a Jesús desalentado, poniendo mucho esfuerzo y muchas horas de su tiempo sin que se viera el fruto que hubiera sido esperable, pero, al final, lo consiguió.


Sí, como él dice, fue una labor de equipo, de mucha gente, que pudo salir adelante gracias a la colaboración del párroco (José Ignacio Longás), del Ayuntamiento, de entidades colaboradoras (Cooperativas de San Miguel y de San Simón y San Judas)…, de acuerdo, pero tengo que decir que si, en cualquiera de aquellos momentos de flaqueza ante las dificultades, Jesús hubiera tirado la toalla, todo se hubiera quedado en agua de borrajas. Y lo hace así, de esa manera tan suya, sin que se note que está.


Felicidades, Jesús. Enhorabuena. Uno puede sentirse orgulloso de ser taustano por muchas cosas, pero, sobre todo, porque en Tauste hay gente como tú.

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿INVASIÓN MUSULMANA?


Lo que quiero contar en este artículo no es algo que no haya explicado en otros anteriores, pero, a la vista de algunos comentarios oídos en fechas recientes, me apetece incidir de nuevo sobre ello.


Tal y como nos contaron la historia en la escuela, parece ser que, a principios del siglo VIII, ésta era una tierra habitada por gentes cristianas que fue invadida por un ejército musulmán, despiadado y feroz, que acabó con la paz de este lugar, aniquilando a aquellas pobres gentes, esclavizándolas o expulsándolas, hasta que, cuatrocientos años más tarde, los descendientes de aquellos desgraciados, gracias al caudillaje de Alfonso I el Batallador, consiguieron, por fin, recuperar sus tierras y reincorporarlas al reino de Aragón, tierras de las que tan injustamente se habían estado aprovechando aquellos malvados sarracenos durante cuatro siglos.


No voy a entrar aquí en disquisiciones sobre quiénes fueron los buenos ni quiénes fueron los malos, pero realmente los hechos que sucedieron distan mucho de esa versión (podéis leerlo en el libro sobre “El Castillo de Sora”, de Marisancho Menjón). Resulta que todo este amplio territorio situado en el valle medio del Ebro era propiedad de un noble visigodo o hispanorromano llamado Casio, quien, al enterarse de la llegada del ejército musulmán, con Tariq al frente, salió a pactar con él, llegando a un acuerdo según el cual Casio se hacía vasallo suyo a cambio de que se le permitiera conservar todos sus dominios. Para ratificar el pacto, parece ser que el tal Casio tuvo que hacer un viaje hasta Damasco para rendir vasallaje al califa omeya, que era la máxima autoridad de todo el gran imperio islámico. A partir de ahí, sus descendientes pasaron a llamarse los Banu Qasi (hijos de Casio). Naturalmente, como el "señorito" se había convertido a la nueva religión, las gentes que vivían en sus dominios también lo hicieron, algo totalmente lógico, pues, aunque se les permitía conservar su religión cristiana, convertirse al Islam tenía sus ventajas, sobre todo de tipo económico (impuestos), máxime si nos situamos en una época en la que la supervivencia era la máxima preocupación que pudiera tener cualquier ser humano (la suya propia y la de su familia).


Por tanto, cuando decimos “árabes”, en alusión a los habitantes de estas tierras entre el siglo VIII y principios del XII, debemos ser conscientes de que la denominación no es correcta. Realmente, se trataba de gentes oriundas de este mismo lugar desde tiempos inmemoriables, lo cual no excluye que vinieran, además, gentes del resto del mundo islámico, pero siempre serían una minoría.


El valle del Ebro quedó constituido como Marca o zona fronteriza, denominada Marca Superior de Alandalús o Zagr-Alandalús. En 1018 se independizó del resto del mundo islámico y se constituyó como reino, con capital en Saraqusta, siendo Mundir I su primer monarca y llegando a ser uno de los más ricos y prósperos de toda la Península. Mientras tanto, Aragón se limitaba a un pequeño condado pirenaico dependiente del reino de Pamplona hasta que también se constituyó como reino independiente en 1035, siendo su primer rey Ramiro I, hijo del rey pamplonés Sancho III el Mayor.


Significa esto que, cuando Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, conquista estas tierras (Zaragoza en 1118 y Tauste en 1121), éstas quedan incorporadas a su reino por primera vez, ya que nunca antes habían pertenecido al mismo. Es por ello que debemos hablar de “conquista” y no de “Reconquista”.


Según las fuentes, entonces sí que se produjo un fuerte desplazamiento de la población nativa, pues es sabido que estas tierras tuvieron que ser colonizadas por gentes del sur de Francia y de los Pirineos, de los que, probablemente, descendamos la mayoría de nosotros. La colonización debió de ser lenta y dificultosa. Prueba de ello es el otorgamiento de la Carta de Población en 1138 que Ramiro II el Monje y su yerno, Ramón Berenguer IV, otorgó a la villa de Tauste, con grandes privilegios, para incentivar el establecimiento de gentes foráneas en este término.