domingo, 18 de octubre de 2009

¿ELUCUBRACIÓN HISTÓRICA O EVIDENCIA CONSTRUCTIVA?

OTRA VEZ LA TORRE DE LONGARES

Quiero aclarar que creé este blog con la intención principal de que me sirviera de herramienta para contribuir a la defensa y reivindicación del patrimonio histórico-artístico de Tauste y, muy principalmente, en lo referente a la (me atreveré a decirlo ya así) mal llamada “torre mudéjar”, mereciendo una consideración y una valoración muy superior a la que oficialmente se le reconoce. Intereses “personales”, apalancamiento mental, complejo colectivo de inferioridad o yo que sé qué más motivos, impiden que monumentos tan valiosos como éste que tenemos en Tauste ostenten el lugar que merecen en los libros de historia del arte, guías culturales y proyectos de desarrollo turístico, mientras en otros lugares parecen tener lo mejor de lo mejor y aquí nos sigue pareciendo que todo lo nuestro es de lo más vulgar.

Consciente de las grandes dificultades que tendrá que superar esta reivindicación, debido al fuerte inmovilismo de los personajes que se erigen como autoridades en la materia (no olvidemos que tenemos al enemigo principal en casa, llámese Universidad de Zaragoza, entre otros), me planteo que tal objetivo no será posible si nos limitamos a nuestro patrimonio local, ya que la existencia de éste no se comprende sin su pertenencia a un conjunto territorial, que es lo que hemos dado en denominar como “arte zagrí”. Expongo esto como respuesta a las observaciones de algunos amigos, que me han preguntado sobre la razón de mis insistencias acerca de otras construcciones ajenas a nuestro pueblo, como por ejemplo, la torre de Longares o, últimamente, la de San Pablo de Zaragoza.

Dicho todo esto, esta vez quiero hablaros un poco más sobre la torre de Longares, porque, gracias a José Miguel Pinilla, he tenido ocasión de leer un documento escrito por alguien, licenciado en Historia del Arte, cuyo contenido no tiene desperdicio. No diré el nombre del autor en este lugar público porque no veo necesidad de poner en evidencia a alguien que, en principio, ni siquiera conozco, y que además, posiblemente, se trate de una persona brillante en su labor de investigador, a juzgar por el resto de los contenidos, tanto de ese documento en cuestión como de otros que he podido conocer del mismo autor. Por otra parte, lo que sigue a continuación, no es nada personal contra nadie en particular, sino contra unas formas establecidas.

Recordarán los seguidores de este blog que en aquel artículo sobre la torre de Longares ponía de manifiesto su más que probable origen zagrí, mediante argumentos de tipo constructivo. Nos estamos encontrando con la circunstancia de que las personas “autorizadas” para interpretar nuestra historia y nuestro patrimonio desprecian descaradamente cualquier tipo de argumento por evidente que sea, sólo porque –dicen- los técnicos, al no tener una formación específica en el terreno de las letras, no sabemos desentrañar los documentos antiguos, tarea que sólo ellos pueden llevar a cabo. Es decir, anulan de forma automática cualquier versión que no esté de acuerdo con su ortodoxia, por muy bien basada que esté en hechos constructivos y niegan –porque escapa a su capacidad- la posibilidad de leer el lenguaje de “los ladrillos”, que muchas veces es más inequívoco que el de los textos.

Tanto es así que, por defender lo indefendible, son capaces de aportar argumentos delirantes sin ningún pudor, pero, como están amparados por el “poder establecido”, todo vale. Os transcribo literalmente lo que este señor dice de la torre de Longares y juzgad por vosotros mismos:

El alminar de la mezquita aljama de Zaragoza tuvo una réplica en la torre mudéjar de la iglesia de Nuestra Señora de los Angeles de Longares, donde se imitaron sus dos elementos más característicos: una ventana geminada en cada una de las caras y un gran marco alrededor”.

Vaya, me digo mientras leo esto. Parece ser que esto viene a dar cuerpo a nuestra teoría del origen zagrí de esta torre, pues si de una réplica se trataba es porque prácticamente eran contemporáneas, ya que en cada época se construye con arreglo a unas modas concretas y nunca utilizando unas formas consideradas como anticuadas y arcaicas. Pero luego sigue:

Esta imitación debe ser tan fiel al original que los artistas que la llevaron a cabo hicieron algo incomprensible como es el olvidar completamente que la función de esta torre era para servir de campanario y construirla sin ningún vano en que alojar las campanas; razón por la cual algún tiempo después de construida fue preciso abrir en el muro antiestéticos arcos apuntados donde disponer las campanas”.

O sea, que los alarifes que la construyeron eran imbéciles. Me los imagino:

- Mira, Yaqub, que lo que nos han encargado es un campanario y no un alminar. Que estos cristianos son capaces de quemarnos vivos.
- No tengas miedo, Yusuf, que no se darán cuenta.
- ¿Cómo que no se van a dar cuenta?. Y cuando tengan que subir las campanas, ¿qué?. A ver si nos vamos a quedar sin cobrar los salarios que pone en el contrato.
- No te preocupes. Por lo menos, nos reiremos un rato.

(Recordemos que en aquella época, igual que en la actualidad, a los albañiles se les pagaba por hacer lo que se les mandaba, no lo que les viniera en gana, máxime si se trataba de moros, en una tierra dominada por el poder cristiano).

Luego continua:

Este hecho, que puede calificarse de verdaderamente sorprendente, sólo puede entenderse ante la fascinación que sentían los cristianos por la arquitectura islámica”.

O sea, que cuando llegó el obispo con el cura párroco y el resto de la comitiva a inaugurar el nuevo campanario, se quedaron tan obnubilados ante la singular belleza de la torre que les acababan de construir aquellos moros que las lágrimas de emoción les impidieron darse cuenta de que no tenían donde poner sus campanas.

A lo mejor fue el tontico del pueblo el que, inoportunamente, rompió el encanto del momento:

- Y ahora, ¿dónde pondremos las campanas, padre Julián?.
- Cállate, anda. ¡Llevaros a Segismundico de aquí, que nos va a aguar la fiesta!.
- ¡Aybá!, es verdad, ¿dónde ponemos las campanas, señor obispo?.
- ¡Vaya fallo!. Pues no nos habíamos dado cuenta ninguno.
- No pasa nada. Sigamos con la celebración, que ya se nos ocurrirá algo
.

Al día siguiente, se rompe la torre a golpe de pico para abrir unos horrorosos huecos, se colocan las dichosas campanas, aquí paz y allí gloria. La torre ha quedado horrorosa, después de lo bonita que la habían dejado el Yusuf el Yaqub, pero nos hemos reído todos mucho.

Algo parecido debió ocurrir también en Tauste, porque también rompieron lo suyo para poner las campanas.

Sin embargo, se intuye que al autor de tan descalabrado razonamiento no se le escapa la sospecha de que, si tanto se parecía al alminar de la mezquita aljama de Zaragoza y que para nada, en su origen, era un campanario, es porque realmente ¡no construyeron un campanario, sino un alminar!. Sí, esas torres que suelen levantar los musulmanes junto a las mezquitas para que el muecín llame a oración de viva voz. Lo cual hubiera conducido a la conclusión de que esa torre era del siglo XI y no del XIV. Nuestro historiador caía en el grave peligro de ser excomulgado y denostado, así que compuso esa brillante interpretación que, claro, como venía de donde venía, siempre al servicio del sector ortodoxo de la Universidad de Zaragoza, nadie se atrevió a cuestionar.

Como quiera que también sospechaba que algún incauto pudiera llegar a esa hereje conclusión, quiso prevenirlo añadiendo:

Esta circunstancia tan anormal ha hecho pensar a algunos autores en la posibilidad de que esta torre hubiera sido un antiguo alminar, pero esto no es así en absoluto puesto que los vanos ciegos de cada cara son apuntados –y por tanto de época cristiana- y no de herradura y además el marco no contiene elementos vegetales como su original sino decoraciones geométricas que empezaron a generalizarse en el siglo XII con la construcción del a mezquita de Tinmal y el de la Kutubiyya de Marrakech. Además la estructura interna del campanario de Longares es la propia de una torre cristiana”.

Aquí ya se acaba de caer con todo el equipo, pues todos sabemos que el arco apuntado es algo que viene de la arquitectura oriental, desde el siglo IX, así como las decoraciones geométricas. Respecto a la estructura interna de tipo “cristiano” (es decir, torres huecas), no cabe mayor contradicción, pues ellos mismos datan otras torres de esta tipología como islámicas del siglo IX, como es el caso del conjunto fortificado de Calatayud.

Cuántos malabarismos por no reconocer lo que es tan evidente. Luego querrán quedar ellos como sabios incontestables y dejarnos a nosotros como locos soñadores de fantasías.