sábado, 19 de diciembre de 2009

ALMINARES ZAGRIES Y ALMINARES ALMOHADES

Hace ya algunas semanas, en un artículo que titulé “Alminar o campanario”, hice algunas comparaciones entre la torre de Tauste y la Giralda de Sevilla, con la advertencia final de que, por si a alguno se le ocurría pensar en una posible presuntuosidad por mi parte al hacer un símil entre nuestra “humilde torre mudéjar de pueblo” y el gran alminar almohade conocido como la Giralda de Sevilla, otro día contaría otra cosa al respecto.

Pues bien, ese día ya ha llegado y me dispongo a ello.

Resulta que, según la versión “oficial” que nos han vendido, nuestra torre tiene estructura de alminar almohade, es decir, formada por dos torres, una dentro de la otra, por entre las cuales se desarrolla la rampa de escalera. Nos dan una cronología de 1184 para la Giralda y 1284 para la torre “mudéjar” de Tauste (nótese que pongo comillas en lo de “mudéjar”).

Efectivamente, subes por la escalera de nuestra torre y observas que a tu derecha se encuentra el muro que da al exterior y a tu izquierda el que te separa de las sucesivas estancias interiores que hay dentro de la torre, una sobre otra. Eso te da la sensación de que te encuentras entre dos torres: la exterior o torre propiamente dicha, y la interior o contratorre. Bajo tus pies tienes unos peldaños construidos en ladrillo (como toda la torre) y sobre tu cabeza una sucesión ascendente de hiladas de ladrillo que van sobresaliendo hasta cerrarse en el centro, formando así un techo triangular de múltiples esquinas. Pero de lo que no somos conscientes es de que sobre ese techo no se encuentra directamente el peldañeado del tramo de arriba, como pudiera parecer, sino que encima de esas hiladas voladas que conforman nuestro techo, la fábrica de la torre continúa, dando lugar a un gran macizo de obra, sobre el cual, cuando llega el desarrollo de la escalera a su altura correspondiente, se formará el peldañeado de ese tramo de encima. Es decir, no se corresponde para nada con esa descripción de “alminar almohade formado por dos torres concéntricas y espacio hueco entre las mismas, donde se encuentra la rampa de escalera”, sino que en realidad es una sola torre “agujereada” de forma helicoidal, y es por este agujero por donde circulamos cuando subimos por esa escalera. Acompaño un dibujo de planta y sección que corresponde a la torre de San Pedro en Alagón (no es la de Tauste, pero sirve de igual forma para ilustrar esta explicación, pues, aun de menor tamaño, tiene la misma estructura que la nuestra).


Tengo que hacer notar que, en el caso de Tauste (de igual forma que en Alagón, San Pablo de Zaragoza y otras), la pared que separa el hueco de escalera de las estancias interiores es de pequeño espesor (apenas un ladrillo) y sería insuficiente siquiera para soportar los empujes que le transmiten las bóvedas que conforman dichas estancias. La gran masa se acumula en la zona central del macizo (entre cada rampa y la de encima correspondiente) y en la parte de muro que queda al exterior del hueco de escalera.

Se trata de una solución muy inteligente, pensada para llevar a cabo la construcción sin grandes medios auxiliares de andamios, cimbras, apuntalamientos, encofrados, etc., pues, a medida que el hueco de la escalera iba alcanzando la altura deseada (poco más que la de una persona), iban cerrando la obra por el método descrito de aproximación de hiladas y así continuaban su obra maciza hacia arriba. Para hacer eso, con unos sencillos caballetes de madera les bastaba para llegar a la altura del techo, colocaban sus hiladas voladas de ladrillo con yeso “al aire”, sin ningún encofrado previo, y después trabajaban desde encima de la propia obra. Pero no solamente el sistema era inteligente por el ahorro de medios auxiliares, sino porque, además, al situar la escalera muy cerca del núcleo central, a costa de reducir al mínimo el grosor del muro interior, consigue concentrar toda la masa posible en torno al perímetro exterior (optimización del momento de inercia de la sección), característica que confiere al conjunto de la torre una maximización de resistencia frente a solicitaciones de fuertes vientos o, si fuera el caso, de acciones sísmicas. Por otra parte, la concentración de cargas permanentes entre rampas de escaleras implica una importante componente vertical que confiere una gran estabilidad de cara a la acción del viento, ya que ésta se manifiesta como una fuerza horizontal. Naturalmente, no podemos pensar que aquellas gentes conocieran ya conceptos físicos actuales como el del momento de inercia, pero está claro que los manejaban magistralmente de manera empírica.

No es difícil comprender que este sistema de construcción requiere de una gran habilidad artesanal y dominio espacial permanente, todo ello, repito, en aras del importante ahorro de empleo de medios auxiliares.

Realmente, tenemos que situar esta construcción en la segunda mitad del siglo XI, como producto de una cultura que llega a nuestra península desde el mundo persa y se desarrolla precisamente en el valle medio del Ebro, todo ello posibilitado por la corriente de progreso que aquí se está viviendo, circunstancia que no se da en esa misma época en otros lugares de al-Andalus. Años después, un poderoso ejército de integristas islámicos invadirá la Península Ibérica (los almohades), pero serán vencidos en la batalla de las Navas deTolosa (año 1212) y la frontera quedará establecida a muchos kilómetros al sur de nuestras tierras. Para entonces, esto hace ya un siglo que es de dominio cristiano y muchos de los musulmanes que aquí vivían han emigrado hacia el sur, llevando allí su sabiduría y sus costumbres. Los almohades son un pueblo fanático y guerrero, que no destaca precisamente por su cultura; más bien, se limitan a adoptar las técnicas que encuentran en cada lugar que van conquistando. De esta forma, es más lógico pensar que es la cultura zagrí la que enriquece a al-Andalus y no la pobre cultura almohade (si se puede hablar de ella) la que se importa en lo que ya desde hace un siglo pertenece al reino de Aragón.

Naturalmente, se exporta desde aquí el concepto de esos viejos alminares que han quedado en el territorio perdido, a los que subes a través de una escalera que circula dando vueltas entre dos paredes, en contraposición a esas otras torres huecas mucho más elementales, que siempre tienen la escalera mal resuelta, mediante huecos mal apañados y tramos incómodos de escalerillas de palo. De esa forma surge el concepto de “alminar almohade”, cuyo máximo exponente por su grandeza y elegancia, no sólo de al-Andalus, sino de todo el Imperio Almohade, es el alminar de la mezquita-aljama de Sevilla, hoy conocido por el nombre de la Giralda.

Para entonces, las técnicas constructivas en occidente ya se encuentran más avanzadas. La pericia artesanal va dando paso a la utilización de cimbras y otros medios auxiliares que permiten la realización de obras más “airosas”. Una vez montado todo el mecano auxiliar, resulta más fácil la ejecución de la obra. Por hacer una comparación con la construcción actual: hasta hace pocos años las correas de escalera las realizaba el maestro albañil, colocando rasilla tras rasilla, “al aire”, sin más que pegarlas con pasta de yeso por el canto, trabajo que requería gran maestría. En la actualidad, al disponer de más medios, entableramos lo que será el fondo de esa correa, formando así un encofrado, el cual, posteriormente, no tiene más que ser llenado de hormigón para obtener la losa de escalera, trabajo que ya no requiere apenas habilidad.

De esa forma, construyen en Sevilla (ahora sí) una torre interior con muros de considerable espesor, para que sea, ya de por sí, autoportante. Eso posibilita levantarla hasta la altura que se desee, para después ir subiendo por fuera la torre exterior a la vez que se van construyendo las bóvedas sobre las que se apoyarán las rampas de subida. Para comprender la explicación, puede verse la figura que se acompaña.


Estas bóvedas son de crucería y se construyen sobre un mecano de encofrado que se va reutilizando tramo a tramo. Cada uno de estos tramos es horizontal y consta de cuatro bovedillas en línea (numeradas en el dibujo del 1 al 4), la primera de ellas formando salto respecto del tramo perpendicular anterior, y las otras tres, enfrentadas con la pared correspondiente a la torre interior. De esta forma resulta una construcción en la que verdaderamente son dos muros (los dos con un espesor considerable), pero con unas bóvedas ligeras. Las rampas se forman después, mediante rellenos ligeros (cascotes cerámicos e incluso vasijas) y un pavimento inclinado de ladrillo (en La Giralda no son peldaños, sino rampas).

Espero haber explicado lo mejor posible la diferencia constructiva entre lo que se denomina “estructura de alminar almohade” y lo que podemos llamar “estructura de alminar zagrí”, precedente claro del anterior, todo ello salvando las distancias en cuanto a diferencia de tamaño entre las dos torres que he tomado como modelo, que son la torre de San Pedro de Alagón (modesto alminar, si lo comparamos con el de Tauste o el de San Pablo de Zaragoza), y el de Sevilla, que es el más grandioso y espectacular de toda la época almohade en el mundo occidental. Por ello y para paliar el posible efecto de engaño, he incluido unas figurillas humanas en uno y en otro, que dan idea de la escala y de las proporciones.

Por si todo esto ha resultado demasiado “rollo” (cosa que no dudo, lo reconozco, sobre todo para los lectores ajenos al mundo de la arquitectura), extraigo a continuación las dos conclusiones fundamentales:

1.- La torre de Tauste es un alminar zagrí y no una torre mudéjar, cuya técnica constructiva, junto con la otros alminares de nuestro entorno, es pionera en la Península Ibérica.

2.- Son los alminares almohades (dada la escasez de conocimientos de aquel pueblo guerrero) los que se inspiran en los zagríes y no al revés, por ser éstos de clara precedencia.

A propósito de esto, como nota anecdótica y prueba del error al que estamos acostumbrados a cometer de forma sistemática, las personas que visiten el Patio del Yeso en los Reales Alcázares de Sevilla (un patio precioso, al que recomiendo su visita) podrán salir con la percepción, si antes han visitado la Aljafería de Zaragoza, de que ésta está inspirada en aquél. Pues no. Vean las fechas: el Patio del Yeso de los Reales Alcázares fue construido un siglo más tarde.
P.S. Perdón por la escasa definición de los dibujos. Pueden verse mejor pinchando sobre ellos.