sábado, 4 de diciembre de 2010

LA TORRE ZAGRÍ ES NUESTRA


Hace unos días, a cuenta de esto del cementerio zagrí y de las conclusiones de que la torre de Tauste sea, en su origen, un alminar andalusí, una persona me manifestaba su preocupación.

- ¿Y si ahora nos la piden? –decía ella-.
- ¿Quién? –
le contestaba yo-.
- Pues, eso, los moros.

Vamos a ver: todas esas dudas vienen del falso concepto que tenemos de nuestra historia en relación con el asunto musulmán. Tenemos la noción –quizá porque nos lo enseñaron así en la escuela, en una época muy marcada por la imposición religiosa- de que en España había una gente muy feliz bajo el gobierno visigodo hasta que llegaron los musulmanes jodiendo la marrana (perdón por la expresión). Es verdad que también nos enseñaron que, al final, no fue tan malo el asunto, pues algo se compensó con la aportación cultural que ellos trajeron. Una faceta de ello es, por cierto, tradicionalmente valorada en Tauste, la creación de los regadíos, pues, hasta en la mente de las personas menos cultas está la idea de que “eso nos viene de los moros”, como fuente de riqueza. Pensábamos que hubieran venido a bandadas gentes del Magreb (como ahora, pero muchos más), miles y miles de moros con sus familias, a colonizar España y a imponer su religión en un estado católico, amparados por un poderoso ejército invasor, que era el suyo. Los pobres cristianos españoles serían despojados de sus propiedades y, de esa forma, en tan sólo tres años, se habrían hecho con el control de este país.

Nada más lejos de la realidad. Ya he escrito en otras ocasiones, en este mismo blog, que la invasión musulmana de la Península Ibérica en los comienzos del siglo VIII no fue tanto una invasión armada como cultural. Es cierto que vinieron fuerzas armadas desde el norte de África y gentes del mundo musulmán a establecerse en estas tierras, pero fueron una minoría. Los visigodos, que eran la clase dominante hasta entonces, ejercían el poder de forma tiránica para con el pueblo, con el que casi nunca se mezclaron. Vamos, de todo menos simpáticos. De forma que la llegada del Islam a estas tierras supuso más bien una mejora para los habitantes de aquí que otra cosa. Es un concepto que cuesta asimilar desde la perspectiva actual, pero pensemos que, en aquella época, la religión cristiana no sería más liberal y humanitaria que la musulmana; si acaso, al revés.

De modo que vayámonos haciendo a la idea de que, allá por el 714, cuando llegan los musulmanes al Valle del Ebro, el noble visigodo Casio, propietario de todas estas tierras (afincado en Tudela o por ahí), negocia con ellos y les dice “qué os parece si renuncio al cristianismo, me hago musulmán y vasallo vuestro, a cambio de que me dejéis conservar todas mis propiedades”. Pues vale, asunto resuelto. El siño Casio se hace un viajecico por Damasco y La Meca y viene con el nombre de Banu-Qasi, que así suena más moro. Sus súbditos, es decir, los habitantes de estos lares (Tudela, Tarazona, Borja, Tauste, Ejea, etc.), ¿qué hacen?. Pues muy sencillo: como el señorito se nos ha hecho musulmán, nosotros también (en su gran mayoría, claro), que lo mismo nos da rezar a Dios que a Alá (que dicen que es el mismo) y, además, esta nueva religión parece que es más sencilla y asequible para nuestras cocotas (no tienen cosas raras de “Uno y Trino a la vez”, ni hay intermediarios en la relación entre Dios y el hombre, etc.; en lo demás, todo parecido). Además, si nos hacemos musulmanes, pagaremos menos impuestos.

De esa manera es como nuestros antepasados se hicieron musulmanes. Llevaban aquí siglos (desde cuando los romanos o vete tú a saber), se habían hecho cristianos cuando el Imperio Romano había declarado el Cristianismo como religión oficial y ahora tocaba ser musulmanes. Gentes que nacen, viven, trabajan, gozan, sufren y mueren como nosotros, en unas casas que ocupaban el mismo lugar que ahora ocupan las nuestras, en los mismos campos que nosotros o nuestros ascendientes inmediatos han trabajado, que habitaron este mismo paraje, que vivieron de la misma tierra de la que nosotros vivimos ahora… y que nos dejaron esa majestuosa torre.

- ¿Y si nos la piden?.

¿Quién nos la va a pedir?. ¿A alguien se le puede ocurrir algo tan descabellado como que vengan los italianos a pedir el acueducto de Segovia, sólo porque se construyó en la época romana?. Pues esto es lo mismo.

Claro está que a los italianos no se les va a ocurrir. A la gran mayoría de los musulmanes del mundo tampoco. Cierto es que hay movimientos extremistas en el Islam con el afán de imponer su religión en todo el mundo y reivindicar todo para sí (Alandalús entre otras cosas). Se aprovechan de unas libertades y de unos derechos que aquí tenemos (conquistas sociales que nos han costado siglos de evolución, algo que ellos no han logrado) y que el mundo occidental tendrá que vigilar y defender para que no se malogren por la actitud de esas gentes que abusan de unos derechos que en sus lugares de origen no tienen (ni, menos aún, conceden a los extranjeros), sin admitir unas obligaciones de tolerancia, trabajo, adaptación y convivencia, que deberían suponerse a cambio de esos derechos, a veces al servicio de un proselitismo peligroso. Y quede claro que sólo estoy hablando de unas minorías.

Pero eso es harina de otro costal. Repito que los restos humanos enterrados en la zona sur de nuestro casco urbano no son de personas extranjeras que murieran aquí, sino que eran de aquí. Posiblemente, sus descendientes fueran exterminados, esclavizados o expulsados por los cristianos que vinieron del norte a colonizar estas tierras tras la conquista del Batallador, y, de los cuales, también posiblemente, descendamos muchos de nosotros. Pero hemos de tener conciencia de que nosotros somos la consecuencia de todo ello, del paso, por este viejo solar, de íberos, romanos, musulmanes, franceses, etc., de todas gentes que por aquí pasaron y se quedaron. La expulsión de los vencidos siempre ha supuesto una injusticia, de acuerdo, pero su consecuencia es el afincamiento posterior de esas gentes en otras tierras y la identificación de sus descendientes con las mismas, perdiendo, al final, la identidad de orígenes anteriores.

Por tanto, tengámoslo muy claro: nosotros somos los únicos y legítimos herederos de nuestra torre zagrí. Tenemos que sentirnos muy orgullosos de su origen, sin necesidad de camuflarlo en versiones de que fuera hecha por mudéjares en época ya cristiana, que sólo sirven para restarle su verdadero valor histórico.

Sólo así, no tendremos miedo a que vengan a pedírnosla.
¿Quién?

3 comentarios:

lucero dijo...

Osea, en resumen:
Que los restos humanos que están apareciendo en el descubrimiento del cementerio musulman, son de antepasados nuestros, de gente que nació, vivió y murió en Tauste y que por circunstancias del tiempo, fueron enterrados allí, como otros fueron enterrados en otros lugares, según la confesión religiosa a que se debieran.
Y hasta quizás sean esos restos, los de los Taustanos que construyeron nuestra magnífica torre Zagrí?

jose miguel pinilla dijo...

Está muy bien que matices estas cosas. Revindicar nuestro pasado zagrí es sacar a la luz una parte más (la más olvidada y menospreciada) de nuestra rica y compleja historia que es la que es, con sus luces y sus sombras.
Los extremistas (de todos los credos y tendencias), que nos dejen en paz.

ZAGRÍ dijo...

Acabo de encontrar un nuevo argumento que refuerza la investigación de Jaime sobre el alminar zagrí.
En las mismas Cinco Villas, cuando supuestamente se construyó la torre de Santa María según la teoría mudéjar, en la cristiana Uncastillo, Pedro IV construyó en el s. XIV su palacio, de sillería, dos plantas rectangulares y a sus pies una torre octogonal con la escalera. Pues bien, esta torre, que responde al programa unitario de construcción del palacio, muestra sin ningún género de dudas que formaba parte del edificio, compartiendo muro el hastial de los salones con uno de los 8 lados de la torre. Mientras que en Tauste, la grieta formada por asentamiento diferencial entre torre y hastial muestra que se construyeron en épocas diferentes, como Jaime demuestra fehacientemente.
Javier