Sin embargo, el otro día me hicieron un comentario muy bien razonado en el que se seguía defendiendo la tesis oficial, es decir, que la torre nació con la iglesia en el siglo XIII, y no como alminar musulmán en el XI. Se basaba en que, lógicamente, la mezquita debía de tener una altura bastante inferior a la de la iglesia actual, pues los musulmanes no daban tanta importancia a la altura del templo como a su cabida de personas, mientras que los cristianos trataban de conseguir su aire de grandeza y de espiritualidad elevando sus techos hacia el cielo. Argumentando que los paños decorativos de las torres comienzan a partir de cierta altura en la que empiezan a ser visibles por encima de las edificaciones circundantes, se llegaba a la conclusión de que esta torre siempre ha pertenecido a esta iglesia y nunca a otro hipotético edificio anterior, porque sus paños decorativos comienzan a partir de la altura del tejado de la misma.
Lógicamente, si hubo mezquita (y nuestra torre con ella), estos dibujos comenzarían a partir de una altura considerablemente superior a la que pudo tener esa mezquita, pero hay que pensar que esa visibilidad no sólo depende de la altura de las edificaciones vecinas, sino también de la posibilidad de aproximación o alejamiento del espectador. Es decir, si el monumento se ve desde lejos, será visible a partir del nivel inmediato de los tejados, pero no se distinguirán las decoraciones. Sin embargo, si queremos percibir esos dibujos, tendremos que introducirnos en el casco urbano y ya nos empezarán a estorbar los edificios para visualizar la torre, pues nos impedirán ver buena parte de la misma, ocultándola incluso totalmente desde muchos puntos, todo ello hasta que conseguimos acercarnos hasta su propia base, pero desde aquí la visual es ya demasiado vertical y tampoco se pueden apreciar bien los dibujos. Por ello, cabe pensar que las decoraciones comenzaban desde una altura prudente para poder ser vistas, siempre por encima de los tejados vecinos.
Bueno, no está mal: como el tejado de la iglesia acaba justo donde empieza el primer paño decorativo de la torre, se me quieren agarrar ahí para demostrar que la construcción de la torre estuvo supeditada a la de la iglesia. Pero, aparte de la grieta que demuestra que la torre es anterior, conviene decir que aquellos constructores moros no serían nada tontos y tendrían buen criterio compositivo (de sobras lo demostraron), además de ser unos buenos admiradores de las obras que sus antepasados habían dejado. Así pues, resulta lógico pensar que tomaran la determinación de no “ofender” innecesariamente a su alminar, dejando la altura de la iglesia (cuya construcción les había sido encargada por los mandatarios cristianos) por debajo del nivel del primer paño decorativo, ya que con esa altura cumplían sobradamente el requisito de templo cristiano. Es decir, supeditaron la altura de la iglesia a las características de la torre y no al revés.
Para apoyar este hecho y demostrar que, lejos de ser un razonamiento forzado para mantener la teoría de “alminar musulmán” en contra de la de “torre mudéjar”, pongo el ejemplo de la Giralda de Sevilla, es decir, el alminar más importante de España.
En la fotografía podemos apreciar, al lado derecho de la Giralda, el cerramiento del Patio de los Naranjos, reconocido como el sahn de la mezquita. A la izquierda, la catedral, ocupando el solar que antes ocupara el gran oratorio islámico. Éste, lógicamente, hubo de tener la misma altura que el sahn. Ejemplo claro de ello es la mezquita de Córdoba. Como es sabido, los cristianos demolieron la mezquita de Sevilla, construyeron su catedral de mayor altura y reutilizaron el gran alminar como campanario (con la salvedad de la parte de arriba, que ya sabéis que es renacentista), dejando el sahn como lo que hoy conocemos por "Patio de los Naranjos". De igual forma que ocurre en Tauste, podemos observar que los paños decorativos de la Giralda (es decir, los dos paños verticales laterales), comienzan a partir de una altura bastante superior a la del sahn, pero los sevillanos, aun en su afán de construir la catedral gótica más grandiosa del mundo (financiada con el oro que venía de la recién descubierta América, y aprovechando que Sevilla era el centro desde donde se administraba todo ese comercio), no se “atrevieron” a ocultar con su faraónica obra ni un solo ladrillo de esas ricas decoraciones. Ahí podéis ver cómo los arbotantes de las naves (esos arcos que se ven a la izquierda de la Giralda, con el cielo de fondo, aunque la fuente de la plaza estorba un poco) terminan por debajo de ese nivel en cuestión.
Por otra parte, tanto en el caso de Tauste como en el Sevilla, ¿no os parece que ambas torres son mucho más armoniosas tal y como son que si hubieran querido bajar los paños decorativos más abajo, recargando innecesariamente el aspecto exterior?. Observad que ambos casos coinciden en que sus decoraciones comienzan a partir de la mitad aproximada de su altura, lo cual parece ser otro criterio compositivo de aquellas gentes.
Pues bien: imaginaros ahora que les vamos a los sevillanos con la sonaja de que a lo mejor su Giralda no es un alminar islámico sino una torre mudéjar, porque sus decoraciones comienzan a partir de la estructura de la catedral.
Para terminar, por si a alguien se le ocurre tacharme de presuntuoso por pretender hacer un símil entre nuestra “humilde torre mudéjar de pueblo aragonés” y el gran alminar almohade mundialmente conocido como la Giralda de Sevilla, el próximo día os contaré otra cosa al respecto.
3 comentarios:
Habrá que dar las gracias a los comentarios que te hacen, para que tu puedas seguir contándonos "el otro lado" zagri.
Gracias
Bien traído, Jaime, bien traído. Así da gusto discutir.
...Esperando pues a que llegue el próximo dia,Jaime...
Ana.
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