viernes, 5 de noviembre de 2021

SAN JOSÉ Y LA PÉRDIDA DE MEMORIA DE UN PUEBLO

 

Cuando una persona comienza a perder la memoria, uno de los síntomas que más apenan a los que la conocieron en sus plenas facultades es la inexpresividad creciente que su rostro va adquiriendo.

El patrimonio arquitectónico tradicional de un pueblo configura algo así como la memoria colectiva de ese pueblo. Las calles, los edificios que las conformaron, el paisaje urbano en sí y aquellos lugares emblemáticos que han sido escenarios de acontecimientos repetidos año tras año, pasando de generación en generación a través de los siglos, son como ese rostro capaz de transmitir multitud de sensaciones vitales y que, a medida que se van perdiendo, el efecto es comparable al de esa persona enferma de Alzheimer.

Es responsabilidad y obligación de un pueblo conservar ese acervo, así como mantenerlo y transmitirlo a las generaciones venideras. No debemos considerarlas de nuestra propiedad porque suponen el derecho de los que nos han de suceder a recibir el legado de nuestros antepasados.

Tauste, desde la segunda mitad del siglo pasado, ha venido perdiendo de manera inexorable e indolente casi todo ese patrimonio, algo que contrasta con ese sentimiento de “saber conservar las tradiciones”. Da mucha pena ver fotografías antiguas de nuestro pueblo y comprobar en lo que hemos caído. Perdimos la plaza con sus altos, el palacio de los Ayerbe y tantas casonas que fueron señoriales en su tiempo y que, con el pretexto del progreso, fueron cayendo una tras otra en aras de la especulación, mientras en otros lugares han sabido rehabilitar, conservar y hasta rentabilizar. Ahora tenemos un pueblo amorfo, fruto del desorden urbanístico que venimos sufriendo desde hace más de medio siglo, donde el mayor infractor ha sido casi siempre el propio Ayuntamiento. Lo peor no es eso, sino que, ante la falta de atractivo, de creación de empleo de calidad y de un futuro ilusionante para los jóvenes, la demografía va en declive, cada vez tenemos más edificios en ruina, solares sin uso en el centro urbano y el valor de los inmuebles decrece de manera importante porque no hay demanda. Padecemos pérdida de memoria y, poco a poco, como pueblo, nos vamos muriendo sin darnos cuenta. Digo "sin darnos cuenta" porque cuando uno es consciente de ello, cuando uno mantiene su vigor mental, se esfuerza por cambiar el rumbo para no abocarse hacia el final, y eso, lamentablemente, no lo veo en Tauste, ni en unos ni en otros.

Ahora nuestra ermita de San José es tristemente noticia porque ya está en la Lista Roja del Patrimonio. Algunos dicen que ya no se puede restaurar. ¡Qué saben ellos! Hace unos años, gastaron una pasta gansa en apear los arcos diafragma con fábrica de ladrillo, con zunchos de hormigón armado y todo. Con esos apeos tan sólidos y costosos (acompaño fotos de hace ya varios años), los arcos, que suponen la estructura fundamental del edificio, no se pueden caer jamás, pero se les podría haber ocurrido invertir en cuenta ese dinero en reparar la cubierta porque de esa forma se hubieran salvado, no solo los arcos diafragma sino también la cubierta. Los que sí están hechos “unos zorros” son los apuntalamientos que pusieron en el exterior para sujetar los muros, por dejadez y falta de mantenimiento. Ahora se da la situación grotesca de que son esos pobres muros los que sirven de apoyo a esos puntales de madera en lugar de ser al revés.

Hace ya nueve años que desde la Asociación Cultural "El Patiaz" se entregó al Ayuntamiento una memoria valorada para salvar San José. Se trataba de una memoria donde se describía su marco medioambiental e histórico, una descripción arquitectónica detallada con un minucioso análisis de su estado, una propuesta razonada de actuación, la justificación de la misma y su valoración económica. Un trabajo de 30 páginas hecho de manera gratuita y que no ha servido para nada. Estará en algún cajón durmiendo el sueño de los justos.

De momento San José ahí sigue, a la entrada de nuestro pueblo, para vergüenza y escarnio de todos nosotros. Esperemos que, si algún día alguien se decide a abordarlo, lo haga con más profesionalidad y cariño que con San Antón. Pero esa es otra historia.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alto y claro, Jaime.

Anónimo dijo...

Que razón tienes. A mi también me duele verlo así.