sábado, 28 de agosto de 2021

ZAGRÍ O TAGARINO

 

Me preguntan con cierta frecuencia qué es eso de “zagrí” y qué es eso de “tagarino”. Claro, como es algo que nunca nos enseñaron en las escuelas ni en los institutos… Allá voy.

Cuando se creó el reino de Alandalús en la península ibérica (ya sé que todo el mundo escribe “al-Ándalus”, pero nosotros seguimos el criterio del profesor Federico Corriente, uno de los arabistas más ilustres que ha tenido este país), quedó establecida su frontera superior en el valle medio del Ebro, llamándose esta “ath-Thagr al-‘Alà”, que viene a significar “Marca Superior de Alandalús”. Así pues, los habitantes de aquí eran las gentes del “Thagr” (conviene advertir que el conjunto de las letras “th” se pronuncia “z”). Basado en esto, Javier Peña Gonzalvo, ante la ausencia de un gentilicio para nuestros antepasados debida a ese empeño visceral tan español de echar tierra sobre todo esto, se inventó un neologismo:

ZAGRÍ

La palabrica estaba muy bien razonada, pues, para que la gente no se liara y la pronunciara con el sonido “z”, renunció a mantener la “th” y aplicó la terminación “-í” por ser la más habitual para los gentilicios provenientes de la lengua árabe. Como ejemplos de ello, pueden servirnos las denominaciones “andalusí”, “saraqustí”, “marroquí”, “iraní”, etc. La propuesta de Javier tuvo aceptación hasta el punto de que fue admitida su propuesta de ponerle ese nombre a una céntrica glorieta zaragozana (pueden buscarla en Maps: “Glorieta de los Zagríes”). Aprovecho para contar que no es su único logro en este sentido, pues también consiguió que pusieran el nombre de Mundir I a una calle del casco viejo de Zaragoza. No es lo de menos, pues algo de reconocimiento merece el tal Mundir, zaragozano él, que fue el fundador y primer monarca del reino de Saraqusta, en 1018, cuando el de Aragón todavía no existía, y que bajo su mandato alcanzó este territorio un crecimiento inusitado en todos los aspectos, a diferencia de nuestro gran Alfonso I, quien, cuando entró en Zaragoza justo 100 años después, se encontró una ciudad de más de 50.000 habitantes y en menos de un año se le había quedado en la décima parte, o Jaime I, que, entre otras gracietas que nos hizo, está la de correr la muga entre Aragón y Cataluña del Segre al Cinca, y nosotros, como somos tan “agradecidicos”, les dedicamos las calles más sonadas de nuestra ciudad.

TAGARINO

Resulta que, tiempo después, Javier Peña, releyendo el Quijote, se encontró con que, en el capítulo XLI, que lleva por título “Donde todavía prosigue el cautivo su suceso”, pone esto que aparece en la foto que aquí adjunto: “Tagarinos llaman en Berbería a los moros de Aragón, y a los de Granada, mudéjares”.


Está claro que en el siglo XVII todavía quedaba la raíz que hacía referencia a nuestras gentes del Thagr. Naturalmente, la “h” se había perdido y la terminación “-ino” responde a la forma castellana de crear un gentilicio (alcalaíno, alicantino, etc.). Así pues, el gentilicio árabe de los habitantes del Thagr es “thagrí” (léase “zagrí”) y el castellano es “thagarino” o “tagarino”, dicho y escrito nada menos que por don Miguel de Cervantes en la obra más destacada de la literatura española 
y una de las principales de la literatura universal, además de ser la más leída después de la Biblia.
Quiza deberíamos plantearnos denominar “arte tagarino” a lo que siempre hemos llamado “arte mudéjar aragonés”, más que nada por usar nuestra denominación propia en lugar de la granadina, dicho sea de paso.

Imaginen la satisfacción de Javier, hombre de Ciencias él (es arquitecto), con casi toda una vida ninguneado por muchos de los de Letras que se arrogan la exclusividad de poder opinar y dictaminar sobre cosas de historia y de lengua.

Para todo tiene.

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