Conocí su primer libro por casualidad. Había publicado por aquellos días en este blog unos artículos sobre los Banu Qasi y mi buen amigo Manolo se presentó un día en casa con ese libro en la mano. “Toma y léelo, a ver qué te parece –me dijo-, que lo vi el otro día en El Corte Inglés, me acordé de tu blog y lo compré”.
Esa misma noche empecé a devorarlo y me encantó. Una historia fascinante situada en esta misma tierra que nosotros ahora habitamos, y, además, muy bien contada. Hay qué ver lo bien que controla este hombre los tiempos, esa armonía que tiene que haber entre el tiempo que uno invierte en leer un pasaje y la duración real del mismo, descripciones que te recrean en el ambiente, pero sin abusar, para pasar inmediatamente a la narrativa, cómo te mantiene en vilo desde el principio hasta el final. Después, me meto a leer la crítica y veo que una de las cosas que más le alaban es la rigurosidad histórica, ésa que muchos sacrifican o dejan al margen para hacer más entretenida la novela y abusan de catalogarla como “histórica”. Pero a Carlos no le hace falta recurrir a imprecisiones para escribir una gran obra sin salirse del rigor propio de un hombre de ciencias, como es él. De profesión, veterinario, y hasta de eso se sirve magistralmente para introducir alguna curiosidad sobre el conocimiento de los animales, tan habituales entonces en la vida de las personas, y de los que ahora tantas cosas desconocemos.
Pero, claro, tan preciso él que, en toda una historia de idas y venidas entre ciudades como Zaragoza, Tudela, Ejea, Borja, Tarazona, Caparroso, Alfaro, Arnedo, Pamplona, Toledo, Córdoba, etc., todo ello en el siglo IX, no sale Tauste para nada. ¿Cómo iba a salir, si oficialmente nunca había existido?. Sentí la necesidad de contactar con él para contarle lo de nuestro cementerio andalusí, que demuestra que Tauste, en aquella época, era ya una población asentada y de cierta envergadura, existente desde antes de la llegada del Islam a estas tierras del Conde Casio. Le localicé en facebook y le pedí amistad con poca esperanza de que me respondiera. “Sí, a ti te va a responder –me dije yo-, como si no tuviera otras cosas que atender el mozo”, pues estaba en plena recta ascendente del éxito de su primer libro “Banu Qasi. Los Hijos de Casio”, y recién sacado el segundo, “Banu Qasi. La Guerra de al-Ándalus”, con gran aceptación ya desde el principio. Pues miren ustedes que al ratico va y me admite como amigo del face, lo cual aprovecho para mandarle un mensaje privado contándole lo que yo quería, y cual es mi sorpresa cuando recibo un mensaje suyo, esta vez ya a mi propio correo, agradeciéndome la información y prometiéndome que en el tercer libro (es una trilogía) hará lo posible por tenerlo en cuenta.
Ni qué decir tiene que me alegré muchísimo. Le propuse conocernos personalmente, a lo que él aceptó enseguida. La cita fue en su ciudad, Tudela. Acudí con mi amigo José Miguel Pinilla y no podéis imaginaros lo que puede dar de sí una charla de dos horas con este hombre en la terraza de la cafetería Diamante, en la Plaza de los Fueros. Podré parecer adulador y chaquetero si me esfuerzo en decir que es un tío encantador, llano, ameno, asequible, etc., pero prometo que todas estas cualidades las lleva cumplidamente y con toda naturalidad. Comenzamos la charla, cómo no, hablando de sus libros y contándole cómo ahora vas a Tudela y ves la ciudad con otros ojos, pues localizas enseguida muchos escenarios de su historia de doce siglos atrás. Como detalle de su sencillez, aportaré un dato: a los veinte minutos de conversación nos propuso aparcar el tema de su trabajo, que lo que él quería era que le contáramos cosas. Se mostró muy interesado por nuestra visión de la arquitectura islámica en Aragón, corroborando muchos detalles con los conocimientos históricos que él había adquirido en el largo proceso de investigación que le había llevado a lanzarse a la aventura literaria.
En el tono de confianza y desenfado que alcanzó la conversación, llegué a sugerirle el planteamiento de un best seller, tipo “La Catedral del Mar” o “Los Pilares de la Tierra” (“Los Pilares de la Tierra Tahustí”, como dice mi amigo extremeño José Manuel Alonso), con la construcción de nuestro alminar como argumento de fondo, después de concluida la trilogía. “¿Quién sabe?”, pensé. A este hombre no le falta madera, y, desde luego, tiene mucha más que el tal Ildefonso Falcones (aunque las comparaciones sean odiosas, pero lean los Banu Qasi y verán, además de apasionante, todo absolutamente creíble, no como en otros que, como ya están consagrados, parece que no se les cuestiona nada). A lo mejor hasta nos pone a Tauste ya definitivamente en el mapa. Piensen en el montón de visitas turísticas que ahora tiene la Iglesia de Santa María del Mar de Barcelona a cuenta de la novelica de marras, o, más chocante todavía, la catedral de Vitoria, que, aun sin nombrarla Ken Follett en “Un mundo sin fin”, dijo que se refería a ésa y para qué quieren más los vitorianos.
Dentro del tono de broma, Carlos me respondió algo así como que “pues no digo que no”. Puede ser una fantasía, una realidad o ni lo uno ni lo otro, pero lo que sí le auguramos a nuestro Carlos Aurensanz es un seguro y merecido éxito con sus novelas, que ya lo está teniendo.
De momento sabemos que ya ha empezado a escribir el tercer libro, que se va a titular “Banu Qasi. La Hora del Califa”, del que ya hay una gran expectación y que verá la luz en un año, aproximadamente.
El día menos pensado le tendremos en Tauste para enseñarle las tripas de nuestro alminar y el Tahust del siglo XI, tal y como nos tiene prometido.
3 comentarios:
Jakub el tafustano no exagera un ápice en todo lo que cuenta de Aurensanz.
No sólo cuenta lo que ocurría en la región del Ebro aguas arriba de Zaragoza en torno al año 800, una época desconocida incluso para los que disfrutamos con los libros de historia, con rigor y total documentación (prácticamente toda la que hay y aun más, pues no es mucha la conservada), sino que además hilvana una historia de encuentros y desencuentros que emociona.
No dejéis de leer el/los libros/s.
Vamos a ver, Jaime, Jose Miguel; Javier... Es imposible no mostrarse interesado por lo que estáis haciendo, entre otras cosas porque vuestro entusiasmo es tal que se hace contagioso. Vuestro conocimiento de la época es profundo (mucho mayor que el mío, que sólo abarca los siglos VIII y IX)y la tesis que planteáis es tan interesante (algunas de las torres aragonesas que pasan por mudéjares no son sino los alminares más o menos remozados de las mezquitas de la época)que enseguida apetece acercarse a ella, sobre todo cuando, delante de unas cañas, empezáis a hilvanar los fundados argumentos en los que lleváis años trabajando de forma tan intensa como desinteresada.
Agradezco vuestro entusiasmo por mis novelas, y me comprometo de nuevo a incluir a Tahust como uno de los escenarios de la tercera entrega, pero eso será después de visitar la ciudad.
Un abrazo.
Esto es bastante contagioso, Carlos. No creas que eres tú el único contagiado. Éstos están propagando una epidemia, que te lo digo yo, que soy observador privilegiado del tema, algunos de los ponentes de las Jornadas sobre la Historia de Tauste que han pasado por aquí, como Juan José Morales (licenciado en Filosofía y Letras y especialista medieval), las Doctoras en Historia Mª Jesús Torreblanca (archivera de Huesca), Ana Isabel Lapeña (investigadora y gran conocedora del archivo de San Juan de la Peña), la Doctora de la Universidad Complutense Beatriz Moncó, o el insigne arqueólogo Francisco Javier Gutiérrez González, al que tuvimos la suerte de conocer y nada dado a elucubraciones (véase su extenso currículum), se han manifestado atraídos por el tema zagrí. Es más, Ana Isabel Lapeña, unos días después de su paso por Tauste y en su espacio radiofónico en Aragón Radio, hablaba de "Las joyas patrimoniales de Tauste" y, sinceramente, me sorprendió ya que, pensaba yo que en una tarde de visitar Tauste no iba a cambiar su manera de ver la historia oficial porque un visionario, Jaime, que fue uno de los anfitriones que acompañó al grupo, le dijese que igual algunas cosas que contaba podían no ser exactamente así. Me consta que posteriormente han tenido alguna conversación sobre el tema y que las reflexiones las aplica en la docencia como otra posible alternativa a las torres cristianas.
También Carlos Laliena, Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza y único defensor en el ámbito universitario, al menos que yo sepa, de que estos pagos eran importantes antes de la conquista cristiana, según sus propias palabras "quedaba expectante" a tenor de las excavaciones del cementerio musulmán.
En una de las conversaciones que tenía con Jaime me hablaba de la necesidad de dar a conocer la teoría zagrí, pero contando también con la opinión de expertos en diferentes materias que pudiesen buscar resquicios para la duda, incluso con las de los detractores, como me decía Jaime, que en caso de euforia nos bajen de la nube y nos hagan poner los pies en el suelo, cosa que me parece muy loable.
Salvo a Jaime, no conozco en demasía a esta tropa pero me da que Javier es como una tronada que descarga de golpe arrasando con todo (por lo del entusiasmo, digo), y después ya se verá, como decimos aquí, "de los de vulcar el vación". Jaime y José Miguel, a esos los veo yo como el aguica de mayo, poquico a poco, que ya calará.
No me parecen mal estas tres patas para un banco, y que nadie se me ofenda por la expresión, pero si la cuarta es un literato que viste con cortinajes los muros que estos describen, llena con doncellas y mercaderes las estancias vacías, pone campesinos y ganados en "El Azud" o la "Casa de la Gabardilla" que también dicen que las hicieron los moros, el banco ya tiene muy buena pinta. Yo, a poder ser, me pido salir en la portada del libro vistiendo de muecín llamando a la oración desde lo alto del alminar de Tahust.
Y como siempre, sigo insistiendo, ¡¡PRIMER CONGRESO MUNDIAL ZAGRÍ YA!!
J.A.
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