sábado, 17 de diciembre de 2011

LA TORRE DE SAN GIL

Cualquiera hemos podido leer en el libro sobre “Arte Mudéjar Aragonés”, de Gonzalo Borrás, que la iglesia de San Gil ya existía en 1118 (el mismo año de la conquista cristiana, ¡vaya prisa que se dieron en construirla!, ¿no sería que reaprovecharían la mezquita que allí hubiera?), que la torre es cuadrada en su cuerpo bajo pero que luego se ensancha y se convierte en rectangular mediante una “solución ingeniosa”, que ese cuerpo cuadrado de la torre es anterior a la iglesia (¿para qué hacen una torre antes que la iglesia?) y, finalmente, que todo el conjunto “aunque carezcamos de datos documentales, debe situarse en la primera mitad del siglo XIV”, hasta su remodelación en época barroca.

Bueno, pues nos quedamos tan bien pagados, hasta que viene alguien y se atreve a cuestionarlo. En su día, ya fue Agustín Sanmiguel, con aquella sagacidad que le caracterizaba. También los arquitectos Javier Peña y José Miguel Pinilla, pero, ahora, éste vuelve a la carga con unos argumentos exquisitamente fundamentados.

Debo aclarar que la especialidad principal de la profesión de arquitecto es la habilidad para componer volúmenes y espacios con cierta armonía. Podemos ver multitud de iglesias con sus correspondientes torres en las que éstas se encuentran ubicadas de múltiples maneras con respecto a aquéllas: a los pies de la nave, a un lado, al otro,… incluso exentas, por lo que será difícil que el común de los mortales lleguemos a sorprendernos por semejante cuestión. Pero cuando el observador es un arquitecto acostumbrado a resolver planteamientos de esta naturaleza en función de las circunstancias particulares de cada obra, la cosa cambia, si lo hace con ojo crítico y detecta incongruencias de las que piensa que difícilmente se le hayan podido ocurrir a ningún “compañero” suyo, sea de los tiempos que sea. Empieza a preguntarse “por qué hicieron esto así, por qué, por qué, por qué, …", tira del hilo, se documenta, lo razona desde el punto de vista técnico y sale lo que sale.


Éste es el caso de la torre de San Gil. Otro alminar más de nuestra Saraqusta del siglo XI, aunque éste más modesto que el de la Magdalena, pero tremendamente interesante por todo lo que representa.

Recomiendo su lectura, que no tiene desperdicio:

1 comentario:

Rockberto dijo...

Esto ha de servir para más de una entrada tuya, Jaime: una de las cosas que me gusta -una, no la única, ya digo- es que las sueltas sin que te arredren nombres y cosas de ésas.

Además, tu rigor y contundencia son encantadores.

No te falta ánimo, pero no creo que esté de más que te diga que no rebles.