miércoles, 5 de octubre de 2011

¿INVASIÓN MUSULMANA?


Lo que quiero contar en este artículo no es algo que no haya explicado en otros anteriores, pero, a la vista de algunos comentarios oídos en fechas recientes, me apetece incidir de nuevo sobre ello.


Tal y como nos contaron la historia en la escuela, parece ser que, a principios del siglo VIII, ésta era una tierra habitada por gentes cristianas que fue invadida por un ejército musulmán, despiadado y feroz, que acabó con la paz de este lugar, aniquilando a aquellas pobres gentes, esclavizándolas o expulsándolas, hasta que, cuatrocientos años más tarde, los descendientes de aquellos desgraciados, gracias al caudillaje de Alfonso I el Batallador, consiguieron, por fin, recuperar sus tierras y reincorporarlas al reino de Aragón, tierras de las que tan injustamente se habían estado aprovechando aquellos malvados sarracenos durante cuatro siglos.


No voy a entrar aquí en disquisiciones sobre quiénes fueron los buenos ni quiénes fueron los malos, pero realmente los hechos que sucedieron distan mucho de esa versión (podéis leerlo en el libro sobre “El Castillo de Sora”, de Marisancho Menjón). Resulta que todo este amplio territorio situado en el valle medio del Ebro era propiedad de un noble visigodo o hispanorromano llamado Casio, quien, al enterarse de la llegada del ejército musulmán, con Tariq al frente, salió a pactar con él, llegando a un acuerdo según el cual Casio se hacía vasallo suyo a cambio de que se le permitiera conservar todos sus dominios. Para ratificar el pacto, parece ser que el tal Casio tuvo que hacer un viaje hasta Damasco para rendir vasallaje al califa omeya, que era la máxima autoridad de todo el gran imperio islámico. A partir de ahí, sus descendientes pasaron a llamarse los Banu Qasi (hijos de Casio). Naturalmente, como el "señorito" se había convertido a la nueva religión, las gentes que vivían en sus dominios también lo hicieron, algo totalmente lógico, pues, aunque se les permitía conservar su religión cristiana, convertirse al Islam tenía sus ventajas, sobre todo de tipo económico (impuestos), máxime si nos situamos en una época en la que la supervivencia era la máxima preocupación que pudiera tener cualquier ser humano (la suya propia y la de su familia).


Por tanto, cuando decimos “árabes”, en alusión a los habitantes de estas tierras entre el siglo VIII y principios del XII, debemos ser conscientes de que la denominación no es correcta. Realmente, se trataba de gentes oriundas de este mismo lugar desde tiempos inmemoriables, lo cual no excluye que vinieran, además, gentes del resto del mundo islámico, pero siempre serían una minoría.


El valle del Ebro quedó constituido como Marca o zona fronteriza, denominada Marca Superior de Alandalús o Zagr-Alandalús. En 1018 se independizó del resto del mundo islámico y se constituyó como reino, con capital en Saraqusta, siendo Mundir I su primer monarca y llegando a ser uno de los más ricos y prósperos de toda la Península. Mientras tanto, Aragón se limitaba a un pequeño condado pirenaico dependiente del reino de Pamplona hasta que también se constituyó como reino independiente en 1035, siendo su primer rey Ramiro I, hijo del rey pamplonés Sancho III el Mayor.


Significa esto que, cuando Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, conquista estas tierras (Zaragoza en 1118 y Tauste en 1121), éstas quedan incorporadas a su reino por primera vez, ya que nunca antes habían pertenecido al mismo. Es por ello que debemos hablar de “conquista” y no de “Reconquista”.


Según las fuentes, entonces sí que se produjo un fuerte desplazamiento de la población nativa, pues es sabido que estas tierras tuvieron que ser colonizadas por gentes del sur de Francia y de los Pirineos, de los que, probablemente, descendamos la mayoría de nosotros. La colonización debió de ser lenta y dificultosa. Prueba de ello es el otorgamiento de la Carta de Población en 1138 que Ramiro II el Monje y su yerno, Ramón Berenguer IV, otorgó a la villa de Tauste, con grandes privilegios, para incentivar el establecimiento de gentes foráneas en este término.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Enriquecedor el texto, como siempre.Casio en el libro de Bermudez ...menudas peripecias lleva.Ana P.