Nos habíamos quedado en el final de la recepción por parte de la Organización
que nos había invitado (jueves, día 6 de febrero).
Desde allí fuimos a cambiar dinero (1 euro=4.000 tomanes=40.000 riales)
y a visitar el Museo Arqueológico Nacional, con piezas muy interesantes (entre
ellas, una copia del Código de Hammurabi). Aprovechamos para comprar libros,
pero no pudimos visitar el Museo Islámico (que está al lado, del que Virgilio
tenía gran interés en visitar), porque estaba cerrado.
JAIME,
JOSÉ MIGUEL Y JAVIER DELANTE DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO
Comimos en un restaurante y por la tarde nos llevaron a una de las
librerías más importantes de la ciudad. Era como una especie de Fnac de aquí.
Nos recibió el dueño, quien nos dedicó unas palabras de bienvenida y una
pequeña reseña sobre lo que era su negocio. Explicó que ahora, con el avance de
la tecnología, había tenido que ampliar la gama de productos a la venta y que,
desde entonces, vendía incluso más libros que antes, por el atractivo que
supone esa variedad de artículos. Nos pasó a un espacio donde había una pequeña
barra de bar y nos obsequiaron con té, sentados en torno a unas mesas.
Curiosamente, en un rincón situado junto a la entrada, había una pequeña
exposición de fotografías en la que había un cuadro con el Pilar de Zaragoza y
otro con la Aljafería, así es que los tres aragoneses nos prestamos enseguida a
hacernos unas fotos ante semejante hallazgo.
ANTE LA
FOTOGRAFÍA DEL PILAR DE ZARAGOZA
Llegamos al hotel caída ya la noche, pero aún era temprano para cenar,
así es que decidimos dar una vuelta por los alrededores. Salimos Virgilio,
Ammar, Hassan, José Miguel y yo. Hacía frío y había que andar con mucho
cuidado, debido a la nieve y el hielo que había en el suelo. Aproveché para
comprarme un metro en una pequeña tienda (120.000 riales) y reponer así el que
me habían quitado en el aeropuerto de Estambul. Llegamos a un centro comercial
que recordaba al Centro Independencia de Zaragoza. En la planta de arriba había
una gran cafetería en la que nos sentamos a tomar un té. Nos sorprendió el buen
ambiente que allí había, chicas guapísimas y bien maquilladas portando su
pañuelo con elegancia (incluso con coquetería, diría yo) y con una estética muy
cuidada, alternando en las mesas con chicos. También se ven parejas por la
calle cogidas de la mano con total naturalidad. Rompía bastante la imagen
prefigurada de aquel país con la que habíamos salido de España.
CAFETERÍA EN TEHERÁN
La conversación en la cena del hotel estuvo muy animada. Se produjo un interesante
debate sobre la corrupción y la situación política en España, expresando cada
uno sus puntos de vista. Al final, coincidíamos en la posibilidad de una
confederación de estados ibéricos que incluyera a Portugal y en la necesidad de
generar políticas incluyentes en lugar de excluyentes.
Se había pasado ya el jueves y empezábamos a estar nerviosos por
comenzar a ver arquitectura de verdad, que era a lo que principalmente habíamos
venido. Cierto era que el mal estado de las carreteras tampoco hubiera hecho
posible los desplazamientos y que las experiencias vividas hasta el momento
habían merecido la pena, pero teníamos ganas de pasar a otro tipo de actividad.
Para el día siguiente, nos habían prometido llevarnos a Qazvin, una ciudad de
unos 600.000 habitantes situada a 150 Km al oeste de Teherán.
7 de febrero. Visitamos
Qazvin…
Parece que la climatología va mejorando. Desayunamos a las 7 de la
mañana y salimos a las 8 hacia Qazvin. Llegamos sobre las 9:30 y bajamos de la
furgoneta ante la mezquita del Viernes. Alguien pide tomar un café antes de
comenzar la jornada. Entramos en un bar y Raúl pide huevos fritos para todos y,
finalmente, té.
La mezquita del Viernes es el monumento más representativo de la ciudad.
Fue construida entre los años 1106 y 1153 y se erigió sobre los restos de un
templo del fuego del período sasánida, práctica bastante común en Irán. En la
época safaví, bajo el reinado de Abbas I (gobernó entre 1587 y 1629), fue
ampliada hasta alcanzar los 4.000 m2 de superficie actual. La entrada principal
se produce desde una plaza y rompe con los esquemas clásicos, pues se encuentra
alejada del núcleo de la mezquita: un largo y amplio corredor en ángulo conduce
desde esa plaza hasta el gran patio central. Sigue el prototipo de mezquita persa:
los cuatro iwans se sitúan alrededor del gran patio cuadrangular, distribuidos
de manera axial. El iwan principal es el situado en el lado sur, naturalmente,
ya que es el que da acceso a la principal sala de oración (haram), sobre la que
se alza una elegante cúpula. La primera curiosidad que se me ocurre satisfacer
es si el mihrab está perfectamente orientado hacia La Meca, como “dicen” que se
orientan todos ellos, y entrecomillo “dicen” porque ya comprobé que en
al-Andalus (y también en Marruecos) no es así, sino que se desvían notablemente
hacia el sur respecto de su ángulo correcto, que siempre estaría en el
cuadrante sureste. En el caso de Irán, la orientación hacia La Meca está en el
cuadrante suroeste y, concretamente, en el lugar geográfico de Qazvin
correspondería con un ángulo de 214º respecto a la dirección norte. La qibla de
esta mezquita presenta una orientación de 192º, lo que le supone un error de
22º, nada menos. Parece que la tendencia en el mundo islámico es “errar”
siempre hacia la dirección sur. De los laterales del iwan norte nacen unos
curiosos alminares de unos 11 metros de altura. El de la izquierda está en
obras (tiene unos andamios montados en torno al mismo y la coronación está
oculta con unos entoldados). En este iwan, a modo ornamental, la caligrafía
cúfica repite constantemente el nombre de “Alí”.
IWANS SUR
Y NORTE EN LA MEZQUITA DEL VIERNES
Toda la construcción es de ladrillo y tiene como elemento constante el
arco persa, un arco apuntado de cuatro centros (aquillado, donde los lados se
prolongan hacia el vértice). Una de las curiosidades que deseo satisfacer es si
verdaderamente el mortero de agarre es yeso. Arañando en las juntas parece que
así es, pero será necesario corroborarlo para descartar que sea cal. En algunas
zonas se observan problemas de salitres en las partes bajas, lo cual me
recuerda a Aragón, pues la humedad natural del terreno asciende por capilaridad
a través de la fábrica y sale a la superficie, precipitando las sales sobre la
misma y apareciendo ese polvo blanquecino y esponjado que llamamos “salitre”.
También me llama la atención que todos los ladrillos están colocados a soga.
Midiendo un ladrillo en una esquina compruebo que sus dimensiones son 20x10 cm.
Se trata de una forma de aparejo que, según la buena práctica constructiva,
sólo es válida para paredes de ½ de espesor (en este caso, 10 cm), cuando estos
muros se supone que son de considerable espesor. Eso me lleva a preguntarme
cómo están resueltas las trabas internas. El iwan este, que se encuentra junto
a la entrada por donde hemos accedido al patio, presenta unas grietas
importantes donde han colocado numerosos testigos de yeso para controlar la
evolución de las mismas. Se ve que el problema le viene ya de antiguo, pues
existen maderos de arriostramiento a nivel de los arranques de la bóveda que
debieron colocar en su día para tratar de sujetar la construcción. Por las
deformaciones de los muros, el problema puede provenir de asentamientos del
subsuelo o, más posiblemente, de movimientos sísmicos.
IWAN ESTE
En la jamba derecha del iwan sur también se observa un notable desplome.
Las decoraciones pertenecen a la última etapa constructiva. La cúpula está
revestida con azulejos de color azul, jugando con otros blancos que forman unas
simples líneas blancas que remontan hacia el punto más elevado en un trazado
helicoidal. El mihrab del iwan sur es de mármol.
Pudimos entrar a la sala situada en el ángulo suroeste. La estructura,
toda ella de fábrica de ladrillo, se compone de pilares de sección cuadrada
achaflanada (octógonos de lados desiguales alternos) sobre unas basas cuadradas
de mayor sección, formando una retícula cuadrada en planta. Estos pilares
terminan en su parte superior en sección cuadrada, volando cada una de las
cuatro últimas hiladas de los lados largos (los que definen el cuadrado) sobre
los chaflanes hasta cerrar completamente el cuadrado, a modo de unos sencillos
capiteles formados con la misma fábrica. Sobre esas secciones cuadradas se
encuentran insertadas unas piezas de madera de sección cuadrada a modo de
coronación de capitel, entendemos que para conseguir cierta elasticidad en el
conjunto estructural que favorezca la absorción de acciones sísmicas. De estos capiteles
arrancan arcos de medio punto en las dos direcciones cerrando los cuadrados de
esa retícula. Los arcos están atirantados por maderos horizontales a nivel
ligeramente superior al de los arranques. Cada cuadrado está cubierto por una
cúpula construida por ladrillo dispuesto a sardinel. La transición entre el
cuadrado y el círculo se resuelve mediante pechinas. La perfección en el
aparejo del ladrillo resulta magistral.
FORMACIÓN DE CAPITELES Y CÚPULAS DE LADRILLO
Ahí es donde entablamos conversación con un señor que está allí de
cuidador y que nos comunica que él ha trabajado en la construcción, por si
deseamos formularle alguna pregunta que él nos pudiera responder (todo ello,
con la traducción de Raúl). Lo primero que se me ocurre preguntarle es por la
naturaleza del mortero de agarre con que están colocados los ladrillos. De la
respuesta que él da, Raúl interpreta que es cal, lo cual nos extraña dada la
blancura de las juntas y la ausencia aparente de árido (el mortero de cal
siempre se realiza mezclando ésta con arena, mientras la pasta de yeso es
habitual elaborarla sin árido o con pocas proporciones de éste o de arcilla).
Sin embargo, profundizando en la forma de elaboración de esa supuesta “cal”,
nos cuenta que antiguamente se elaboraba colocando las piedras de la materia
prima en forma de bóveda sobre un pequeño foso excavado en el terreno,
cubriendo el montón de piedras con otras más pequeñas, hasta acabar con tierra.
De esta forma, quedaba construido un horno rústico al aire libre en el que la
leña se introducía en la cavidad que previamente se había excavado y se prendía
fuego. A los dos días se dejaba apagar, se extendían las piedras cocidas por el
suelo y se trituraban con el paso de caballerías con aperos. El polvo
resultante se recogía y al mezclarse con agua daba la pasta con la que se
colocaban los ladrillos. Nos cuenta que el fraguado de esa pasta era muy rápido
y que era frecuente añadirle pequeñas proporciones de tierra o de serrín como
retardante. Entendemos que posiblemente con este aditivo también se lograba
cierta elasticidad en el mortero resultante, característica importante en una
zona sísmica como ésta. Por la explicación entendemos que el material
aglomerante es yeso y no cal, pues el proceso de cocción de ésta es mucho más
largo (al menos una semana), y mientras el yeso se cuece a una temperatura de
alrededor de los 200ºC, la cal
necesita unos 800-900ºC. Por otra parte, el fraguado de ésta es muy lento,
mientras que la rapidez en el fraguado es algo característico del yeso.
Transmitido esto a Raúl, se lo traduce a este señor y es entonces cuando ambos
llegan a una comprensión en los términos, llegando incluso a aclarar cómo se
dice “cal” en persa y cómo se dice “yeso”. Efectivamente, se trata de yeso, con
lo que queda verificada nuestra teoría y demostrada la singularidad de que se
trata de una práctica constructiva que se llevaba a cabo en dos territorios tan
lejanos como el persa y el nuestro sin que se conociera en ningún lugar
intermedio entre ambos.
También le preguntamos por el sistema de aparejo de los muros, pues si
todos ellos presentan la misma cara en la superficie no entendemos cómo quedan
trabados con el interior del muro. La explicación es que se fabricaban
ladrillos cuadrados de 20x20 y rectangulares de 20x10 cm, utilizando unos y
otros en hiladas alternas, con lo que el trabado quedaba resuelto en el sentido
transversal del muro, sin necesidad de alterar la apariencia del ladrillo en la
superficie vista, al contrario de lo que hacemos en Occidente, donde alternamos
soga y tizón (cara larga y cara corta del ladrillo rectangular). Una vez
explicado esto, podemos observar el detalle en las basas de los pilares, donde
se puede ver perfectamente el sistema del aparejo empleado. Los mismos
ladrillos de formato cuadrado sirven como losetas de pavimento en toda la sala.
En el porche exterior, sin embargo, el pavimento está formado con ladrillos a
sardinel con dibujo en espina de pez, lo cual aumenta la durabilidad a la
intemperie.
FORMATOS DEL LADRILLO Y APAREJOS
Nos explica otros muchos aspectos
sobre la forma de construcción de aquellas cúpulas y la ventaja que suponía
trabajar con un mortero de fraguado rápido, por el ahorro de cimbras y
encofrados que ello suponía. Como guía, se colocaba un palo vertical en el eje
de cada cúpula y, en torno al mismo, se iba levantando hilada tras hilada, con
el único auxilio de unas simples “costillas” de madera. Nos enseña una sala
existente en semisótano (hay que bajar un pequeño tramo de escaleras, formadas
con el mismo ladrillo, igual que las construcciones zagríes y mudéjares) en la
que la riqueza de las cúpulas es impresionante. Aquí los arcos ya no son de
medio punto, sino de tipo persa, no existen maderos de arriostramiento y las
cúpulas se apoyan sobre pechinas nervadas con formas de rombos y decoradas con
cerámica vidriada. En una de las cúpulas existe decoración de tacos vidriados
que forman una espiral ascendente desde los vértices de los rombos que decoran
las pechinas hasta la coronación, rematada con una linterna cilíndrica. Este
sistema de pechinas nervadas sobre arcos persas también existe en el ala oeste
de esta sala, pero esta vez con los nervios sin decorar con azulejo. La belleza
y el equilibrio de la estructura son magníficos.
CÚPULAS DE
LADRILLO SOBRE PECHINAS DECORADAS
(Continuará)
2 comentarios:
Pues sí, que continúe, que continúe. No me hubiera imaginado leyendo entusiasmado detalles acerca de las técnicas constructivas con tal minuciosidad, sin dejar pasar ni uno... ¡y entenderlo! Grasia, maehtro.
Es genial. Muchas gracias
J.Lop-as
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