12 de febrero. Último día de
estancia…
Desayunamos en el hotel y bajamos con las maletas al vestíbulo. Las
cargaron en un coche (de igual forma que cuando llegamos) y a nosotros nos
llevaron a despedirnos de nuestro “misterioso” anfitrión. Observamos que el
recorrido era diferente al de la primera vez. La nieve había desaparecido en
gran parte (aún quedaba en las zonas sombrías) y se podía transitar con mucha
más normalidad, razón por la que pensamos que la vez anterior habría tenido que
dar algunos rodeos para poder llegar hasta aquel lugar tan alto de Teherán.
Paramos ante aquella casa ya conocida para nosotros. Aunque quedaba poca nieve
en la calle, los chupetes de hielo seguían colgando de las cornisas de los
edificios.
Entramos y el recibimiento fue similar al de la bienvenida: descalzarse
en el vestíbulo y acomodarse en la misma sala. Como buenos “animales de
costumbres”, nos sentamos cada uno en los mismos puestos que la vez anterior. Entró
el “personaje” y nos fue saludando uno a uno de igual manera. Se sentó en su
sillón y comenzó a hablar, expresando su deseo de que hubiera sido una semana
agradable para nosotros, que se hubieran cumplido nuestras expectativas para
este viaje, que nos hubiéramos encontrado cómodos, que si en algo se había
fallado nos pedía disculpas, etc. Raúl debió transmitirle mi curiosidad de la
noche anterior, porque no hizo falta preguntarle quién era él realmente. Dijo
que se llamaba Ahmad Bahmani y que era el presidente de la ONG Ibn Sinna
(Avicena en español, el famoso médico persa del siglo XI), dependiente
directamente de la Oficina de Relaciones Internacionales del Líder Supremo de
la República Iraní. Nos pidió que ahora habláramos nosotros y Raúl (siempre
actuando como traductor) nos expresó que podíamos decir lo que quisiéramos, con
toda libertad.
El primero en hablar fue Ammar, quien dijo que, a pesar de ser musulmán,
confesaba que había comenzado el viaje con cierto temor por el concepto que teníamos
en Occidente de este país y que, sin embargo, se llevaba una sensación muy
agradable. Terminó dando las gracias por todo y yo quise tomar la palabra en
ese momento para manifestar el agradecimiento en nombre propio y de mis
compañeros por la gran acogida que nos habían hecho y lo bien que se nos había
tratado a lo largo de toda nuestra estancia, que nunca hubiera imaginado que se
pudiera tratar tan bien a unos invitados, agradecer también la oportunidad que
se nos había dado de conocer “in situ” esa arquitectura persa que tanto nos
interesaba por los motivos que ya le habíamos expuesto en su día, así como del
intercambio tan interesante que se nos ofrecía de cara al futuro inmediato con
personas relevantes del mundo universitario iraní y que no era fácil expresar
con palabras la gratitud que sentíamos por todo ello. Todo esto, haciendo las
pausas necesarias para que Raúl pudiera ir traduciendo, mientras él me miraba y
asentía con la cabeza cortésmente. Raúl le dijo a José Miguel que si quería
decir algo, a lo que él contestó que no tenía nada más que añadir a lo que
había dicho yo y que lo compartía en su totalidad. Javier intervino para
ratificarse en lo mismo y aún añadió sus comentarios sobre las impresiones y
conclusiones del viaje. Virgilio tomó la palabra para expresar también su
gratitud, prometiendo, en tono de broma pero con un fondo de sinceridad, que a
partir de ese momento nos convertíamos en embajadores de Irán en España. Hassan
también expresó sus impresiones y agradecimientos y hasta Laila intervino para
dar las gracias por todo. Acabadas las intervenciones, el Sr. Bahmani (ahora ya
sabíamos su nombre) extendió sus manos hacia José Miguel y le dijo en su idioma
que, por favor, dijera también algo. Estaba claro que no se libraba, como
tampoco yo me había librado una semana antes de comerme la naranja. Así es que
José Miguel desarrolló una breve alocución sobre lo interesante que para
nosotros había resultado todo aquello y el profundo agradecimiento que sentía
ante unos anfitriones tan excepcionales.
Mientras tomábamos el té, pastas, frutas, etc., que se nos iban
sirviendo, el Sr. Bahmanií comenzó entonces su discurso, haciendo una reflexión
sobre lo que es realmente Irán y la diferencia que hay con la idea preconcebida
que nosotros seguramente habíamos llevado. Comentó sobre otros casos de
invitados que también habían experimentado cierto miedo inicial y puso de relieve
la hospitalidad del pueblo iraní, así como su adhesión al régimen actual,
poniendo como ejemplo el gran éxito de las manifestaciones del día anterior,
que se habían producido en muchísimas ciudades del país, y cómo la gente acudía
a las mismas de forma libre y espontánea. Volvió a hablar de la situación
política en la región y de cómo a lo largo de la Historia de la Humanidad,
todos los líderes que han intentado dominar el mundo han comprendido que para
ello era necesario controlar Oriente Medio. Ahora era el caso de Estados
Unidos, motivado principalmente por el petróleo. Que Israel es principalmente
una base militar bajo el control de los EEUU, como punto estratégico en la
región y que, para conseguir sus objetivos no habían dudado en violar los
derechos del pueblo palestino, así como el origen de las guerras de Irak, ahora
la desestabilización de Siria, etc. Que Irán representa un gran obstáculo para
los intereses de dominio de Estados Unidos y el lobby sionista, porque no se
doblega a sus intereses, y ésa es la motivación para toda esa campaña de
desprestigio que sufren en todo el mundo occidental. Que no están en contra de
ningún pueblo, ni siquiera del israelí como tal, porque “toda la humanidad formamos parte de un mismo barco y si se hace un
agujero en una parte del mismo, al final todo él se resiente”. Todo ello,
ilustrado con ejemplos de cómo Estados Unidos e Israel incumplen
sistemáticamente las normas internacionales.
Virgilio aprovechó para preguntarle sobre las relaciones actuales con
Irak. El Sr. Bahmani explicó que la guerra tan cruenta que había tenido lugar
entre los dos países entre 1980 y 1988 no había ayudado a tener unas relaciones
cordiales. Sin embargo, éstas se van normalizando hasta el punto de que los más
de mil kilómetros de frontera cada vez son más permeables, por los que el
intercambio de personas, comercio, ayuda humanitaria hacia ese país, etc., son
algo habitual desde hace ya algún tiempo.
La reunión terminó con amables palabras de despedida por parte del Sr.
Bahmani, reiterando su invitación para volver cuando queramos (sugería que
preferentemente en primavera, por ser el mejor tiempo), “saludos para sus señoras y familias y cuenten con nosotros para
cualquier gestión que podamos facilitarles si deciden visitarnos”. Nos
hicieron entrega de un regalo a cada uno de nosotros, consistente en una caja
de madera decorada con los motivos tradicionales persas, dentro de la cual
había un Corán traducido y comentado por nuestro Raúl González. Aquel día
supimos que Raúl/Yafar y el Sr. Bahmani eran viejos conocidos y que, cuando a
éste le propusieron para el cargo que ahora ostenta, se comunicó con Raúl para plantearle
ser su contacto en España. Éste aceptó y fundó la ONG Musulmanes por la Paz, en
correspondencia con la Ibn Sinna iraní.
Una vez en la calle, Raúl se despidió también de nosotros, pues se
quedaba unos días más para resolver asuntos propios. Laila volvía con nosotros
a España. Afshin nos dio un paseo por Teherán en la furgoneta antes de llevarnos
al aeropuerto y paramos en una calle donde abundaban los comercios de
electrónica y tecnología. Allí pudimos comprobar que era cierto lo que el Sr.
Bahmani nos había contado de que, a pesar de los embargos por parte de EEUU, no
les faltaba de nada, pues conseguían el comercio con el exterior a través de
otras vías.
El avión hacia Estambul salía a las 15:55. Llegamos al aeropuerto con
dos horas de antelación y facturamos el equipaje en un mostrador abierto
expresamente para nosotros solos (otra sorpresa más). Afshin y su compañero no
nos abandonaron hasta el último momento, en el que aún le llamó Raúl al móvil
para interesarse de cómo iba todo y desearnos buen viaje.
A las 11 de la noche (hora española peninsular) llegábamos a
Madrid-Barajas. Recogimos el equipaje, nos despedimos todos y Javier, José
Miguel y yo cogimos el autobús que nos llevaba al aparcamiento de larga
estancia donde teníamos el coche. Me puse las gafas de José Miguel (tiene una
graduación muy parecida a la mía) y pude conducir hasta Zaragoza sin ningún
problema, ante la insistencia por parte de ellos en relevarme. El viaje se hizo
entretenido, debatiendo nuestras cosas “zagríes” entre los tres, con las
conclusiones de la experiencia vivida. Sólo molestó la niebla que había a esas
horas de la noche en la primera mitad del trayecto. A las 3 de la mañana
llegábamos a Zaragoza, donde dejé a cada uno en su casa, y no tuve
inconveniente en devolverle las gafas a José Miguel, pues el camino hasta
Tauste casi podía hacerlo con los ojos cerrados. Media hora después, ya estaba
en casa.
Y después…
Quedan muchas cosas.
Por una parte, el objetivo cumplido en buena parte de haber podido
contrastar la arquitectura persa con la aragonesa de ladrillo y yeso. Tener
unas puertas abiertas dentro del mundo universitario de aquel gran país y la
posibilidad de realizar intercambios culturales resulta para nosotros algo muy
valioso.
Por otra parte, la gratitud hacia las gentes que nos invitaron y que tan
estupendamente nos trataron durante aquellos días. La oportunidad de conocer un
país fascinante desde una óptica tan privilegiada. La experiencia de compartir
una semana de convivencia con personas tan estupendas como Raúl, Laila, Ammar,
Hassan y Virgilio, sin olvidarme también de Javier y José Miguel y, cómo no, de
Afshin y su acompañante (del que nunca conseguí aprender su nombre); recuerdos
inolvidables que quedan en la memoria. Y la esperanza de que ahí no acaba todo,
pues si conocido es el dicho de que “viajando
se abre la mente”, en este caso para nosotros ha supuesto avanzar en la
convicción de que hay otras formas de entender el mundo y de que no siempre los
demás son mejores en la medida en que más se parecen a nosotros.
1 comentario:
Me alegro mucho de la experiencia que has vivido y te agradezco que la hayas compartido. Y que nos la hayas contado tan bien.
Chaval, chapeau. Y punto.
Publicar un comentario