Cómo comenzó…
Siempre pensamos en la conveniencia de realizar un viaje a Irán para
comprobar “in situ” muchas de las coincidencias que veíamos entre la
arquitectura persa y la nuestra de ladrillo y yeso, pero nunca imaginamos que
pudiéramos llevarlo a cabo de esta forma.
Todo empezó en septiembre del año pasado, cuando un personaje llamado
Javier López Astilleros se puso en contacto con Javier Peña. Trabajaba como
realizador en una cadena de televisión llamada “Córdoba Internacional” y estaba
haciendo una serie de documentales dedicados a al-Andalus, cuando descubrió la
web en la que nosotros (Javier Peña, José Miguel Pinilla y yo, pero principalmente
Javier, que es quien la administra y autor de la mayor parte de su contenido) contamos
nuestra teoría sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa,
es decir, la arquitectura taifal saraqustí del siglo XI, y a su vez, el origen
de ésta, dada su clara diferenciación respecto del resto de la arquitectura
andalusí, y que pensamos que ha venido del mundo persa. El hombre se mostraba
entusiasmado por semejante hallazgo, pues sus documentales hasta entonces se
habían limitado a lo de siempre cuando se habla de arte hispano-musulmán:
Córdoba, Sevilla, Granada, Toledo y poco más. No podía sospechar que en una
región situada tan al norte de la Península pudiera existir semejante
patrimonio. Propuso dedicar un documental completo a ello y comenzó a
intercambiar correos con Javier, quien luego nos los reenviaba a nosotros para
tenernos informados. Se trata de unos documentales de 30 minutos de duración,
en una serie titulada “Huellas de al-Andalus”. En uno de sus correos, le
mandaba el borrador de un texto como propuesta de lo que el narrador podía ir
explicando en el documental. Por mi parte, al ver el interés que tenían sobre
las escrituras crípticas, me decidí a intervenir y mandarle un correo
informándole que, sobre ese asunto, en el único edificio de la Península
Ibérica donde existen signos caligráficos realizados en ladrillo resaltado es
en la torre de Tauste, indicando los últimos estudios que pueden hacer
referencia a la shahada o Profesión
de Fe Islámica (No hay más dios que Dios...). De paso, la alusión a Tauste,
podía ayudarle a descentralizar el documental de lo que meramente es Zaragoza
capital. Su respuesta fue inmediata, agradeciendo efusivamente mi aportación.
Me pidió fotografías al respecto y se las envié encantado. Poco tiempo después,
vinieron a Zaragoza y grabaron el documental, que quedó muy bien. En él
aparecen entrevistas a distintos personajes, entre ellos Javier Peña, e
imágenes muy espectaculares, no sólo de Zaragoza, sino también de otros lugares
como Tarazona, Maluenda y -cómo no- Tauste. Tiene algunas imprecisiones de tipo
técnico, pero son perdonables por el aire fascinante que han sabido darle.
La cosa no quedó ahí. Resulta que Javier López Astilleros pertenece a
una organización llamada “Musulmanes por la Paz”, cuya cabeza visible (por
llamarlo de alguna manera) es un señor que se llama Raúl González, natural de
Madrid.
Raúl es informado por Javier López de nuestro trabajo y nos invita a
realizar un viaje a Irán, en el que nosotros sólo tenemos que pagarnos el
avión. Los demás gastos (alojamiento, manutención y desplazamientos por el
país) corren por cuenta de la Organización. Nuestra respuesta es afirmativa
desde el principio, pues nos resulta tremendamente interesante tener la
oportunidad de conocer “in situ” la cultura de la que nosotros pensamos que ha
dado pie a esta arquitectura tan fascinante que se desarrolló aquí a partir del
siglo XI.
Nuestras indagaciones nos han llevado a desmontar la teoría de que el
arte mudéjar aragonés está basado en el almohade y a considerar como cierta la
de que realmente proviene de otro arte anterior, de la época taifal, y que
denominamos “zagrí”. Pero claro, éste de algún sitio tuvo que venir. Al
tratarse de una arquitectura de ladrillo y yeso, que sólo se desarrolló en
Oriente Medio, y siendo que de allí vinieron otras disciplinas, empezó a crear
cuerpo entre nosotros la posibilidad de ese origen para nuestra arquitectura
zagrí y mudéjar. A medida que avanzábamos en esa línea, se consolidaban más
nuestras sospechas y cada vez eran más sorprendentes los enormes parecidos que
parecían emparentar la arquitectura aragonesa de ladrillo y yeso con la persa
(técnicas constructivas, motivos decorativos, etc.). Ahora se nos ofrecía la
posibilidad de “tocarla”.
Irán es un gran país: 1.600.000 Km2 de extensión y 75 millones de
habitantes. La arquitectura que buscamos está principalmente en las regiones de
Khorasán (al este) y de Shiraz (al sur), muy alejadas de las ciudades que nos
ofrecen visitar, que son principalmente Teherán, Qom e Isfahán, pero aun así el
viaje promete ser muy interesante para nuestras investigaciones, pues, sin duda
alguna, algo “tocaremos” y, sobre todo, resultarán muy provechosos los
contactos que allí podamos establecer con diferentes universidades. No deja de
ser alentador que mientras aquí, en nuestra tierra, se nos cierran las puertas
al debate en el ámbito universitario, allí se nos puedan abrir. A mí,
concretamente, me interesa mucho examinar el yeso de las juntas de los
ladrillos, algo que sólo puede hacerse aquí, en Aragón, y allí, con 4.000 Km de
tierra de por medio.
Aquí siempre nos han enseñado que, para hacer un muro exterior, los
ladrillos se colocaban con mortero de cal (hasta que apareció el cemento);
nunca con yeso, porque éste se deshace con la lluvia. Pero no nos dijeron que
la práctica del yeso viene desde las primeras civilizaciones mesopotámicas y
que en Persia (Irán en Irak) nunca se perdió, seguramente porque nuestros
profesores universitarios no lo sabían y también desconocían esa singularidad
de la arquitectura tradicional aragonesa. Es chocante, cómo en el mundo actual,
donde las comunicaciones están tan desarrolladas, todavía se mantienen
importantes distancias (e ignorancias) en cuanto a lo cultural se refiere. De
las diferentes épocas de la historia de Persia, a nosotros nos interesaba
conocer la del imperio sasánida (años 224 al 651), porque es el periodo donde
desarrolla buena parte de la cultura que después los árabes extenderían por
todo el Mediterráneo y traerían a la Península Ibérica. Pensamos que vino
cultura islámica porque fue el islam quien la propagó, pero fue
fundamentalmente persa, porque era por aquel entonces la civilización más
avanzada, y así se ha demostrado en otras disciplinas como la filosofía, la
música, etc. Tanto o más nos interesan también los periodos omeya y abasí
(dominio islámico) y, sobre todo, el selyuquí (1037-1157), por ser la época en
la que hubo de tener lugar el intercambio cultural con Zagr al-Andalus con
mayor intensidad. Aun así, no es de despreciar tampoco conocer la arquitectura
safaví porque, aunque se desarrolló en una época en la que ya no cabe pensar en
ese intercambio (1501-1736, éramos dos mundos ya muy separados), era allí la
heredera de las anteriores, así como aquí la nuestra también lo era. Aquí les
consideramos “árabes”, pero ellos no se sienten así. Hasta en eso nos
parecemos: para ellos los árabes fueron unas gentes que les invadieron y que dominaron
allí hasta que consiguieron echarles para seguir siendo independientes (como
aquí). Ni siquiera se quedaron con el idioma, pues allí se hablaba persa antes
de la llegada de los árabes, siempre se habló persa y se sigue hablando. Se
trata de un pueblo con una fuerte personalidad.
El asunto adquiere cariz de aventura, pues no llegamos a comprender por
qué alguien nos invita a semejante empresa, con el componente añadido de ese
estereotipo que aquí tenemos de aquellas gentes. Se nos informa que vamos en el
viaje un grupo de ocho personas: por nuestra parte, Javier Peña y José Miguel
Pinilla (como arquitectos), y yo como arquitecto técnico; también un profesor
de Historia llamado Virgilio Martínez Enamorado y dos musulmanes españoles,
Agustín/Ammar López (de Las Palmas de Gran Canaria) y Francisco/Hassan Aparicio
(de Madrid). Los otros dos componentes del grupo son el propio Raúl González y
su hija Laila. El viaje se iba a producir entre los días 4 al 12 de febrero,
con escala en Estambul, tanto a la ida como a la vuelta. Ante la duda de dónde
nos metíamos, Javier Peña se puso en contacto con Jesús Lorenzo (doctor en
Historia, arqueólogo y arabista, que dio una charla el año pasado en Tauste
invitado por la Asociación Cultural “El Patiaz”) para ver si conocía a alguien
del grupo y podía aportarnos alguna información. Jesús respondió enseguida que
no sabía nada de esa Organización pero que sí conocía a Virgilio y que era un
tipo muy majo y muy competente. Puestos ya en contacto con Virgilio, se
confirmó la información de Jesús Lorenzo y nos manifestó su gran interés por
realizar este viaje. Indagando en Internet sobre quién podía ser esa ONG
llamada “Musulmanes por la Paz”, los hallazgos no resultaron alarmantes, pero
tampoco excesivamente tranquilizadores, pues existe una web llamada www.musulmanesporlapaz.org en la
que habla de un califa que reside en el Reino Unido y con unos tintes de secta
un poco extravagantes. La otra era www.ongmusulmanesporlapaz.es,
con unas pintas más “normales”, pero no sabíamos a quién debíamos el detalle de
invitarnos. La mayor intriga vino cuando, después de haber hecho la
transferencia por el importe del billete de avión de ida y vuelta al número de
cuenta que se nos había indicado (por cierto, a nombre de un tal Pawel Piotr Szydlowski,
para más incertidumbre todavía), se nos manda un cuestionario a rellenar para
la solicitud del visado. En él había que responder a la pregunta –entre otras-
del motivo del viaje, con la instrucción de que escribiéramos “asistir a las
ceremonias del aniversario de la Revolución Iraní”. Otra pregunta era “quién
pagaba los gastos”, en la que había que responder “La Organización de las
Ceremonias”. Uno no podía salir de su asombro y experimentar cierto grado de
inseguridad, pero nos sentíamos ya como embarcados en la aventura y no había
marcha atrás...
(Continuará...)
3 comentarios:
Fascinanteeeee!!!! Haz el favor de continuar, ¡¡pronto!! :))))
Como que continuará... sigue, pero ya mismo. Menuda intriga!!!
Ana P.
Hala, Jaime... hala.
¡Venga!
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