Me preguntan con cierta frecuencia qué es eso de “zagrí” y qué es eso de “tagarino”.
Claro, como es algo que nunca nos enseñaron en las escuelas ni en los
institutos… Allá voy.
Cuando se creó el reino de Alandalús en la península ibérica (ya sé que
todo el mundo escribe “al-Ándalus”, pero nosotros seguimos el criterio del profesor Federico Corriente, uno de los arabistas más ilustres
que ha tenido este país), quedó establecida su frontera superior en el valle
medio del Ebro, llamándose esta “ath-Thagr al-‘Alà”, que viene a significar
“Marca Superior de Alandalús”. Así pues, los habitantes de aquí eran las gentes
del “Thagr” (conviene advertir que el conjunto de las letras “th” se pronuncia
“z”). Basado en esto, Javier Peña Gonzalvo, ante la ausencia de un gentilicio para
nuestros antepasados debida a ese empeño visceral tan español de echar tierra
sobre todo esto, se inventó un neologismo:
ZAGRÍ
La palabrica estaba muy bien razonada, pues, para que la gente no se
liara y la pronunciara con el sonido “z”, renunció a mantener la “th” y aplicó
la terminación “-í” por ser la más habitual para los gentilicios provenientes
de la lengua árabe. Como ejemplos de ello, pueden servirnos las denominaciones
“andalusí”, “saraqustí”, “marroquí”, “iraní”, etc. La propuesta de Javier tuvo
aceptación hasta el punto de que fue admitida su propuesta de ponerle ese
nombre a una céntrica glorieta zaragozana (pueden buscarla en Maps: “Glorieta
de los Zagríes”). Aprovecho para contar que no es su único logro en este
sentido, pues también consiguió que pusieran el nombre de Mundir I a una calle
del casco viejo de Zaragoza. No es lo de menos, pues algo de reconocimiento
merece el tal Mundir, zaragozano él, que fue el fundador y primer monarca del
reino de Saraqusta, en 1018, cuando el de Aragón todavía no existía, y que bajo
su mandato alcanzó este territorio un crecimiento inusitado en todos los
aspectos, a diferencia de nuestro gran Alfonso I, quien, cuando entró en
Zaragoza justo 100 años después, se encontró una ciudad de más de 50.000
habitantes y en menos de un año se le había quedado en la décima parte, o Jaime
I, que, entre otras gracietas que nos hizo, está la de correr la muga entre
Aragón y Cataluña del Segre al Cinca, y nosotros, como somos tan “agradecidicos”,
les dedicamos las calles más sonadas de nuestra ciudad.
TAGARINO
Resulta que, tiempo después, Javier Peña, releyendo el Quijote, se encontró con que, en el capítulo XLI, que lleva por título “Donde todavía prosigue el cautivo su suceso”, pone esto que aparece en la foto que aquí adjunto: “Tagarinos llaman en Berbería a los moros de Aragón, y a los de Granada, mudéjares”.
Imaginen la satisfacción de Javier, hombre de Ciencias él (es
arquitecto), con casi toda una vida ninguneado por muchos de los de Letras que
se arrogan la exclusividad de poder opinar y dictaminar sobre cosas de historia
y de lengua.
Para todo tiene.
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