domingo, 23 de septiembre de 2018

LA CASA DE LA GABARDILLA: OTRO PASO ATRÁS



El pasado día 20 de septiembre aparecía en el Heraldo de Aragón un artículo sobre las últimas excavaciones arqueológicas en la Casa de la Gabardilla (Monte Alto de Tauste). De los resultados obtenidos cabe destacar el hallazgo de restos cerámicos pertenecientes a distintas épocas y, lo que más llama la atención, la conclusión de descartar la teoría de que hubiera podido tratarse de una construcción islámica. Aunque no lo pone expresamente en el citado artículo, me consta que la datación “segura” que ya aportan es siglos XV-XVI.
Bernabé Cabañero Subiza (Departamento de Historia del Arte, Universidad de Zaragoza, autor de numerosos trabajos sobre el arte islámico en Aragón), en su trabajo titulado “Precedentes musulmanes y primer arte cristiano” (1987), ya dató esta torre en la primera mitad del siglo X, relacionándola con las de Yéquera (en Luna) y Biota. Decía sobre la misma que “han llegado hasta nosotros en buen estado de conservación al menos cuatro hiladas, que son perfectamente visibles en la cara sureste, integradas por sillares dispuestos a tizón de forma cuadrada de unos 45 centímetros de lado, tal como es habitual en la arquitectura militar de la Marca Superior entre los años 850 y 950”. Cabe destacar la capacidad de abstracción del profesor Cabañero. Quizá cualquier otro se lo hubiese pensado dos veces antes de atreverse a datar este edificio en época islámica, cuando aún se suponía que aquí, en Tauste, ni vivía casi nadie ni había casi nada, sin sospechar siquiera que teníamos la importante necrópolis islámica que luego sería descubierta en 2010. Pero tuvo el suficiente ojo clínico para detectar que, entre esas cuatro hiladas de abajo y todo lo de arriba, mediaban varios siglos de diferencia.
Ahora dicen que no se aprecia diferencia constructiva alguna, cuando la “raya” que ya detectó este profesor es más que evidente. Para afirmar ahora que todo fue realizado sin interrupción alguna, podría servirles aquello de que “quisieran dar mayor empaque a la zona de basamento”, pero tal argumento se desvanece cuando descubrimos que en el interior se da la misma circunstancia. O sea, que no vale semejante explicación.
Vaya por delante mi gran respeto hacia la labor de los arqueólogos. Lo mío es la arquitectura.
Siempre insisto en que no se puede datar un edificio solamente por los restos hallados en el mismo. En todo caso, la época a la que estos pertenezcan significará que, para entonces, el edificio ya existía, pero la fecha de construcción del mismo habrá que determinarla, en ausencia de documentación que lo indique de manera inequívoca, por analogías constructivas con otros de cuya datación no exista ninguna duda. De lo contrario podría ocurrir que, cuando dentro de dos mil años -pongamos por caso- venga un arqueólogo a Tauste a estudiar las ruinas de la Casa de la Cámara (suponiendo que esté en ruinas y que todavía existan), sitúe su construcción en el siglo XX por hallar entre las mismas grifería cromada y cascotes de aparatos sanitarios marca Roca.
Hace tres años, ya ocurrió algo similar con las excavaciones en la torre de la Custodia, donde aparecieron los tres primeros peldaños de una escalera muy bien elaborada en obra de yeso y que, como no se encontraron los escombros del resto, se dio en decir que se empezó de obra pero no se continuó y se pondría alguna escalera de palo. Los que aún nos ha tocado construir escaleras con tablero de obra (no de hormigón armado) sabemos que primero se hacía toda la correa (es decir, la rampa sustentante) y, una vez acabada esta, el peldañeado; por tanto, si se formaron esos tres peldaños es porque toda la correa estaba ya construida. ¿No sería más lógico pensar que una edificación tan antigua como esa, en algún momento se arruinase para ser reutilizada tiempo después, para lo cual, todos los escombros serían arrojados ladera abajo? También se le atribuyó cierto uso señorial a esta torre circular de tan solo 5,30 metros de diámetro. En cuanto a su devenir histórico, se atribuyó su construcción a algún noble en el siglo XV y se lanzó la hipótesis de que, durante el siglo siguiente, “la Casa de Ganaderos, muy fuerte en el XVI, fuera la primera interesada en eliminar esa Casa torreada y extender su control sobre el paraje de la Custodia”. Señores míos, la villa de Tauste, desde la Carta de Población de 1138, ejercía el control de estas tierras, con el uso de pastos como destino principal, administrado por la Casa de Ganaderos, sin intromisión de noble o señor alguno, que para eso siempre fue una villa infanzona. Además, ¿para qué habían de destruir los ganaderos una construcción bien hecha que podía servirles de refugio mientras estaban levantando otras para el mismo fin?
Ante la falta de documentación sobre su construcción, ¿qué otros edificios del siglo XV existen para poder relacionar esta construcción por analogías constructivas? ¿Por qué realizaron esa obra con unas técnicas que se habían practicado cinco siglos atrás y no con las propias de su momento?
En 2016 le tocó el turno al yacimiento de la Cruceta (en los tres casos, hablamos de la misma zona geográfica). También se le atribuyó pertenencia a foráneos, en este caso al Hospital de Santa Cristina de Somport, por cierta relación con el castillo de Sora, algo también absurdo por el mismo razonamiento: Sora siempre perteneció a un señor feudal mientras que Tauste solo dependió del propio Rey, y menudos eran los taustanos como para dejarse perder sus privilegios (léase bibliografía al respecto). Además, hoy en día, ese enclave es comunal, lo que significa que nunca ha dejado de serlo, pues, la experiencia demuestra que, cuando algo se ha privatizado en algún momento, ya nunca ha regresado al patrimonio comunal de la villa. Como lo más antiguo que se encontró fue de la época de Jaime I el Conquistador (alguna moneda), pues, ¡hala!, afirmamos que esa construcción militar fue realizada en aquella época, cuando no había ninguna amenaza del exterior de nuestro reino, y nos quedamos tan contentos. Sin embargo, la abandonamos durante la guerra de los Dos Pedros, que entonces sí que nos podíamos ver amenazados por el vecino reino de Castilla. O sea, justo al revés, cuando, a lo mejor, nos podía haber hecho falta.
Se encontró algún resto cerámico islámico pero, como era de mala calidad, se adscribió sin más al siglo XIII, como si en todas las épocas no hubiesen existido artesanos buenos y malos. ¿Había talleres en Aragón, en el siglo XIII, que realizaran este tipo de cerámica en lugar de hacerlo con las técnicas de su propio momento? ¿O es que la trajeron de Granada, por ejemplo, que aún era territorio islámico? ¿A nadie le chirrían semejantes afirmaciones? Cuidadín, que hablamos de una fortaleza militar de más de 1.000 metros cuadrados de superficie. ¿No es más lógico pensar que fuera construida en otra época, abandonada tras siglos de estar en servicio, y reutilizada tiempo después, época a la que pueden pertenecer los enseres ahora allí encontrados, porque lo que pudiese haber quedado de su origen fue desalojado en una necesaria operación de limpieza para su nuevo uso, y de eso aún han podido quedar esos restos cerámicos más antiguos? Quizá si se prospectara toda la ladera que hay bajo ese enclave…
Y volviendo a la Gabardilla, más de lo mismo: se afirma una datación sin nombrar precedentes de otros edificios militares en los que las primeras hiladas de piedra siguen otro formato y otra disposición de sillares dentro de la misma unidad constructiva y de la misma época. Si los hay y los ponen de manifiesto, seré el primero en aplaudir tan brillante deducción, pero permítanme que lo dude porque ya pedí esto mismo para los dos casos anteriores y solo ha habido callada por respuesta.
Además, el arco que describen como de “medio punto”, no lo es tal, sino que es ligeramente apuntado. Pero tan ligeramente que, si fuese claramente apuntado, podríamos datarlo en los siglos XIV-XV, pero es que no lo es y puede ser de cualquier época, y esto está sobre las hiladas que Cabañero dató en el siglo X.
Entre la cerámica encontrada, se han encontrado fragmentos de época romana, luego, para aquel entonces, aquí ya había “vida”. ¿Por qué es tan común en las conclusiones de los investigadores aragoneses aquello que Javier Peña Gonzalvo define con ironía como que “entre Roma y Aragón no hay vida”? Efectivamente, entre el Imperio romano y el reino de Aragón median unos cuantos siglos de oscuridad, pero eso será en Europa -en todo caso-, que, en Alandalús (lo que ahora es España) no, porque hubo un desarrollo muy brillante en todos los aspectos. Recuerdo una conversación con un arqueólogo (no era aragonés) en la que me explicaba lo difícil que es abstraerse uno de todos sus prejuicios, intereses personales o apetencias para dejar que lo que estás descubriendo te lleve a la verdad y no a donde a ti te apetece.
Pero no terminan ahí las incógnitas. Los muros de la Casa tienen aspilleras en su parte alta. Son esas ventanicas que por la parte exterior son muy estrechas (casi como ranuras verticales) y se ensanchan hacia el interior, para poder disparar desde ellas con arcos o ballestas sin que el enemigo te liquide de un flechazo. ¿Por qué hacen estas aspilleras cuando ya existen los arcabuces y, en todo caso, lo que se llevan son las troneras?
No pretendo que todo lo que se encuentre en el término de Tauste sea adscrito a la época islámica (al pan, pan, y al vino, vino), pero parece que seguimos empeñados en echar tierra sobre un pasado de esta tierra tan rico como nuestro (porque no es de nadie más). ¿Qué se pretende ocultar detrás de tantas elucubraciones sin sentido? ¿Hay algún interés en ello? Se me ha dicho que no, pero, perdónenme, después de tanto debate y de tanta letra gastada, ya no me lo creo. Si está absolutamente claro que no es islámico, la verdad debe decirse por encima de todo, pero si existe alguna posibilidad de ello (ya no voy a entrar en que estas posibilidades sean más o menos contundentes) no debe omitirse, como se está haciendo.
La cuestión no es baladí. Cierto es que con esas imprecisiones (por llamarlas de alguna manera) no se deprecia el valor arquitectónico de nuestro patrimonio. Tampoco nos hace falta que nadie nos lo dañe, que ya nos bastamos nosotros solos con nuestra dejadez y la de nuestras administraciones. Pero sí nos devalúan el valor histórico, y ese es muy importante que sea preservado por motivos obvios.
La Asociación Cultural “El Patiaz” viene realizando una labor encomiable desde hace dos décadas, con unos resultados espectaculares en la mayoría de los casos y altamente rentables para Tauste. Convendría que todos los investigadores que se acerquen a ella lo tuvieran en cuenta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Qué bien está eso de pensar, razonar y explicar -bien explicado, además- lo pensado con razones, con argumentos!
Bien, de nuevo, bien, Jaime: me vuelvo a descubrir ante vos

Carlos Sancho dijo...

Este comentario sirve para apoyar los argumentos de Jaime Carbonel, cuando propone el estudio de los restos arqueológicos, no sólo por los escritos o restos aparentes hallados en la excavación, sino por la propia técnica de la construcción que se investiga, componentes utilizados, relación con el entorno, vías de comunicación, usos de la tierra y actividades humanas contemporáneas, pastoreo