sábado, 4 de febrero de 2012

CARTAS CONMOVEDORAS

Esto de Internet y los correos electrónicos tiene cierto riesgo de inconfidencialidad. Por eso mi amigo Cuadrado, el de Palencia, no quiere comunicarse conmigo por este medio y me dice que, si quiero intercambio epistolar con él, que me fastidie, que escriba en papel y que me gaste en sobres y sellos. A ver si le escribo un día de estos, porque le tengo muy abandonado, al pobre.

El caso es que me ha llegado, por estos caminos inescrutables de los mundos siderales, el contenido de una carta escrita por José Angel (luego les diré quién es), dirigida a Javier Peña (los seguidores habituales de este blog ya saben quién es), así como la respuesta de éste. Me ha parecido conmovedor y digno de ser dado a conocer. Son de esas epístolas que salen a la luz cuando han sido escritas por gentes de cierta relevancia y que llevan años enterrados. Sin embargo, en este caso, os aseguro que los dos están muy vivos y pienso que es una pena arriesgarme a que esa salida a la luz no llegara nunca a tener lugar y que la humanidad (o siquiera una pequeñísima parte de la misma) se lo perdiera.

José Ángel Crespo es de Azuara, autor de un libro tremendamente humano y entrañable titulado “Azuara. Volver a vivir”, compuesto por 309 páginas de formato A4, literatura amena y fotografías curiosísimas. Azuarino hasta la médula, demuestra en esa misiva su agradecimiento por la visita de unas personas que quedan impresionadas ante el patrimonio de su pueblo, algo que no es habitual en esta árida tierra poblada por áridas gentes, esculpidas por el cierzo (“duros por fuera y tiernos por dentro, el alma de piedra y el corazón de cristal”, como canta Ángel Petisme). Describe la grandeza de Azuara en otros tiempos, lo que fue, lo que pudo ser y lo que ha sido, con el desencanto grabado en su alma, para terminar mostrando su agradecimiento hacia nuestro Javier, por aportarle siquiera un poco de bálsamo en sus heridas e ilusión ante el futuro.

Pero no menos conmovedora es la respuesta de Javier, donde manifiesta cómo un hombre de ciudad como es él puede sentir –y siente- admiración por los que son de pueblo, hasta llegar a la envidia (sana, pero envidia), cuando los de pueblo parece que siempre nos hemos tenido a menos ante los de ciudad. Cómo admira la naturalidad con que José Ángel emplea sin complejos el vocabulario aragonés de su tierra porque lo ha mamado desde pequeño, y cómo él tiene que esforzarse (y le gusta hacerlo) para meter en uso expresiones de nuestros antepasados que van quedando en el olvido porque se las ha tachado de pueblerinas e incultas, perdiendo así un patrimonio entrañable en beneficio de otro extraño, que es el castellano considerado como “correcto”. Con su gran conocimiento e intuición, plantea hipótesis novedosas sobre el trazado urbano de Azuara en la época zagrí, rompe el tópico de las callejas tortuosas y caóticas en el mundo islámico (¿alguien sabía que la planta de Bagdad era un círculo perfecto?), así como curiosidades toponímicas, como que Albarracín tenía en árabe un nombre muy cristiano y, luego, en cristiano, un nombre muy árabe. Curioso, ¿no?.


La guinda la pone al final, donde se trasluce, aunque no lo diga expresamente, que, por ser de ciudad, no puede renunciar a tener un pueblo a donde enraizarse, y para eso se aferra a Gelsa, el pueblo de su madre. Pero tiene su limitación y ésa sí que la expresa: esa raíz de su familia en el Valle del Ebro no es indefinida en el tiempo, pues sus antepasados tuvieron que venir desde el Alto Aragón para ocupar el lugar de los expulsados (como dice él, “¿a Túnez”), verdaderos fundadores y autóctonos de “su” pueblo.


El caso es que me apetece publicar esas cartas para que podáis disfrutarlas, pero no sé cómo. No debo hacerlo sin consultarles a ellos, los propietarios intelectuales de las mismas, porque sería una falta de respeto a su intimidad imperdonable. Y si les consulto, conociéndoles, seguro que me van a decir que me deje de tonterías, porque ellos, cuando escribieron estas cosas, seguro que no pensaban en otro lector que su destinatario inmediato.


Y el caso es que me parece una pena que vosotros os lo perdáis.


Azuara, 16 de enero de 2012
Hola Javier.
Primeramente decirte que fue un verdadero placer disfrutar de vuestra agradable e instructiva compañía por nuestro pueblo de Azuara.
La verdad que aprendí un montón de cosas nuevas, y lo que es más importante, me habéis transmitido fuerza para seguir mi particular lucha azuarina.
Digo esto porque, a veces, tengo la sensación de vivir y de habitar en un lugar sin pasado. Es como si a la mayoría de las gentes de nuestro pueblo se les hubiese olvidado de dónde venimos, lo que hace que la lucha se desarrolle en la más absoluta soledad, y esto suele ser bastante duro.
Cuando Azuara pertenecía a la Sesma de la Trasierra, nuestra villa era la segunda población más importante de la Comunidad de Aldeas de Daroca, que si no me equivoco, la formaban 114 poblaciones.
Inicialmente los cimientos territoriales de la Comunidad los formaron los pueblos de realengo adscritos en 1142 a la villa de Daroca, y Azuara por lo visto lo estaba.
Sólo había una población por delante nuestro, y ésa era Cariñena. Hubiésemos sido la tercera si la villa de Daroca no hubiese quedado excluida de la Comunidad. Habría que apuntar que durante muchos años estuvimos a la cabeza del sector agrícola, obteniendo máximas producciones de azafrán y cereales. En aquella época Azuara, era una población muy activa y con un considerable peso demográfico, factores éstos que fortalecieron nuestra economía, nuestra cultura popular, y que, además, dieron importantes cargos a los azuarinos: escribanos, notarios, procuradores, asistentes, etc etc.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces y cuan grande ha sido la pérdida. El presente es el que es, somos lo que somos, y vamos como sin rumbo, perdidos entre la indiferencia y el olvido. No es que quiera ser pesimista, ni destructor, simplemente me limito a ser realista y me identifico con la frase: "un pueblo sin pasado es un pueblo sin presente ni futuro".
Muy a mi pesar, Azuara hoy es un pueblo decadente, sin identidad y sin apenas capacidad de gestionar y dinamizar el rico patrimonio que posee. En fin, una verdadera pena.
Para terminar decirte que he leído tu artículo del Heraldo y me parece fascinante. A pesar de no estar introducido en ese mundillo, he de decirte que me apasionan estos temas. De manera que sólo me queda felicitarte por esa teoría tan bien fundamentada.
Un abrazo Javier. Tienes todo mi respeto y admiración, la verdad que eres la hostia consagrada.
José Ángel Crespo.


Zaragoza, 23 de enero de 2012
Hola. Ha pasado una semana desde tu correo, pero el tiempo pasa volando. Creo que exageras, todo lo más, sin consagrar.
Cada uno tiene lo suyo. A mí me tocó cómo hablabas castellano de Aragón con naturalidad, y yo, que soy poco aficionado a la poesía, lo que hojeé de tu libro me gustaba. Estoy seguro de que no hay nadie del pueblo que no flipe al ver a su familia o amigos tal y como eran hace décadas. Yo, que soy de Zaragoza, no puedo tener ese tipo de cosas.
Me sublevo cuando por decir “enronas” (tú decías “enrunas”) en lugar de “escombros”, o “rafe” en lugar de “alero”, me digan que hablo mal. Lo hago porque quiero y tengo voluntad de hacerlo. Por desgracia no puedo hablar como mi abuelo de Gelsa aunque si puedo encasqueto un “a tú t'aguardo, chiquer”, “ya no cal que vayas” o “¿no sientes que te llaman?”.
Bueno, que hay gente tan cutre que no sabe que tú distingues si te diriges para que te entienda un aragonés o un forano.
No sé cuándo llegará, pero llegará. Me refiero a escribir (o elucubrar si prefieres) sobre el pasado andalusí-zagrí de Azuara. Bueno, que hay dos cosas importantes. Una la de la ermita de San José, que ya os conté. Y la otra es la del recinto amurallado. Ésta me mosquea bastante porque no tiene sentido en el contexto del Aragón cristiano. ¿Cuándo, por qué y para qué se hicieron unas murallas tan tremendas entre el siglo XIII y el XV?. En cambio, en época zagrí parece que tiene más sentido. En primer lugar, la forma tan regular es muy apropiada para esta época (no creerse lo que dicen de lo tortuoso e irregular del urbanismo árabe, pues la planta de Bagdad era un círculo perfecto y Barbastro, rectangular, como Azuara). La pertenencia de Azuara a Daroca y no a Belchite me abre nuevas perspectivas. Porque imagino que la división administrativa del Aragón cristiano en parte responde a la herencia zagrí. Yo, hasta ahora, imaginaba a Azuara en el distrito -iqlim, creo- de Balsir/d, osea, Belchite. Pero debió estar en el de Daruqa o en el de Jiloca, donde estaba la ciudad de GALWADA, no identificada. Y en Azuara tenéis la leyenda de que es la antigua ciudad de... no recuerdo. Debería haberse llamado en árabe Balsid, ya que está a los pies de la entonces abandonada -pero parcialmente visible- ciudad de Belik/gio/m, pero Belchite había robado el nombre y se lo llevó. O los nuevos pobladores le dieron un nombre nuevo y parte de sus habitantes fundaron en el actual Belchite y pusieron el nombre.
Debo aclarar que el baile de nombres no es raro. En Aragón, Kelse luego Celsa, abandonó el nombre por los bereberes Malila (los mismos de Melilla) y hoy es Velilla. Algunos fundarían Gelsa con el antiguo nombre y fueron todos expulsados ¿a Túnez? en 1610. Los antepasados de mi madre llegaron desde el Alto Aragón a ocupar su lugar. Albarracín, otro caso, viene de la última familia beréber que la gobernó, los Banu Razin. Pero, en cambio, en época andalusí se llamaba Santa-Mariyya asc-Scarqiyya (para diferenciarla de Faro, Santa-Mariyya al-Garbiyya). O sea que en árabe tenía un nombre bien cristiano y en castellano tiene un nombre bien moro.
Bueno, estoy agotao (tengo catarro). A ver si la próxima vez escribo con algo concreto y lo podéis colgar del blog.
Javier.

miércoles, 1 de febrero de 2012

XIII JORNADAS SOBRE LA HISTORIA DE TAUSTE

Entrevista de la presidenta de El Patiaz, Teresa Ansó, en SER Cinco Villas, el 31 de enero.
¡Vaya presidenta de lujo!

Pinchar aquí:
http://www.elpatiaz.es/descargas/Tere_Jornadas_2012.mp3